Mármol tiene razón, en el amor materno la lógica lineal del tiempo cuenta poco

Mármol tiene razón, en el amor materno la lógica lineal del tiempo cuenta poco

En medio de la insensibilidad y de tantos desatinos que caracterizan la vida presente, el tributo y exaltación a las madres por su amor inconmensurable y su abnegación sin límites es un rasgo apreciable que no hemos perdido y que debemos preservar por siempre.
De ahí que coincida plenamente con el poeta y escritor José Mármol en que el Día de las Madres es uno de los pocos cuya base de espiritualidad, pureza y reconocimiento auténtico no ha podido ser borrado del todo en el país por “el síndrome consumista que nos empuja al delirio”.
Tras una breve disquisición retórica enunciando el tiempo como pura forma, aunque sin dejar de reconocer que sirve para medir las alegrías y las desgracias, las glorias y las derrotas, me llamó la atención que en el panegírico a su madre, en enero pasado, dijera que 92 años era “un tiempo demasiado breve”, en referencia a la vida de su progenitora, que fue prolongada y pródiga en el amor.
En su emotiva despedida a su madre, Mármol explicaba que tenía muchas y muy poderosas razones, a decir verdad en su mayoría muy íntimas y tiernas, quizás para contrarrestar la lógica lineal del tiempo y reafirmar a propósito de su resignado viaje al eterno, que 92 años había sido un tiempo demasiado corto.
Mientras escuchaba las palabras de Mármol en el cementerio Puerta del Cielo representé rápidamente en mi mente como una secuencia fílmica, diferentes episodios de la vida y la obra de mi madre María Cepeda. Al igual que doña Antonia Valeria Peña viuda Mármol, mi madre tuvo entre sus grandes méritos personales y humanos el profundo valor de la humildad y lo inconmensurable de la abnegación materna, por encima de la abstracción llamada tiempo.
Con razón, en su libro “El Arte de Amar”, Erich Fromm sostiene que el amor materno, por su propia naturaleza, es incondicional, no sujeto o condicionado a ningún elemento; es total entrega y tan auténtico y puro que se ofrece de forma admirable y sin flaquear en las circunstancias más difíciles. A diferencia de otros amores en los que intervienen grados de interés particulares, la madre ofrece el suyo sin esperar recompensas, aunque como humana de seguro que disfruta cuando los hijos le manifiestan su cariño con hechos y pa labras.
En el caso de doña Antonia, el poeta narraba que su vida fue “marcada por la sencillez, la nobleza y la entrega a sus hijos, su compañero, su familia extendida, una vida de ir y volver del trabajo secretarial en el Tribunal de Tierras de La Vega”, donde la entonces infantil conciencia de Mármol empezó a descubrirla, conocerla, admirarla y amarla.
En su más reciente artículo en el periódico El Día, adelantó que el domingo Día de las Madres estará junto a los suyos y como otras tantas familias de la sociedad, colocando un ramo de flores en la tumba en que, junto a su amado esposo y padre singular, reposan en paz los restos de su madre.
A seguidas agregaba que “será un momento especial de veneración y recordación de una mujer y un hombre humildes, que optaron por la sencillez y el sacrificio, la honestidad y la laboriosidad, la fe y la esperanza en aras de sobreponerse a la pobreza y echar adelante, por medio de la educación formal y el cultivo del don de gente, a un puñado de muchachas y muchachos que tuvieron que escuchar por fortuna y miles de veces, que no habrá mejor herencia en nuestra familia que un hogar colmado de amor, solidaridad y respeto”.
Se trata, no hay duda, de las muchas satisfacciones compartidas que se desprenden de un gran legado de amor materno, enriquecido y moldeado por principios éticos y valores, además de ejemplos y enseñanzas espirituales provenientes de la consagración al cristianismo y la fe católica.

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