Marmoladas

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VÍCTOR A. MÁRMOL
A las cuatro de la madrugada del 25 de septiembre de l963, un compañero de habitación de la casa en que vivía – Salomé Ureña número 8 entre las calles Duarte y Hostos de la zona colonial – me despertó para darme la infausta noticia de que el gobierno del profesor Juan Bosch había sido derrocado.

Al levantarme de la cama le dije a mi amigo que la noticia no me sorprendía, porque había observado seis horas antes que algo raro ocurría durante una recepción que las Fuerzas Armadas le ofrecía al almirante norteamericano, William Ferrall, jefe del Comando Sur de las Fuerzas Navales de Estados Unidos. Además, yo había hablado con Bosch por teléfono para leerle un cable de prensa firmado por el periodista Hal Hendrix, en el cual se decía que la democracia peligraba en la República Dominicana.

Francisco Comarazamy, jefe de redacción en ese entonces del diario El Caribe, donde yo prestaba servicios como redactor político, me había dado el teléfono de la residencia del profesor Bosch para que lo llamara y obtuviese de éste su reacción sobre lo dicho por Hendrix.

Cuando leí el cable al profesor Bosch, éste tajantemente me dijo: Publíquenlo, y no tengo nada que decir. Buenas noches, Víctor. Cerró el teléfono y dos horas y media después, Juan Bosch, el primer Presidente constitucional de la República tras la caída de la dictadura de Rafael L. Trujillo, era derrocado por un incruento golpe militar.

Víctor Viñas Román, secretario de las Fuerzas Armadas; Julio Alberto Rib Santamaría, jefe de Estado Mayor de la Marina de Guerra, quienes compartían animadamente con Bosch y el secretario de Agricultura Antonio Guzmán, en la recepción ofrecida a Ferrall, eran de los firmantes del documento dirigido al país para anunciar el golpe de Estado.

Viñas Román, Rib Santamaría y el jefe del Ejército Nacional Renato Hungría Morell, me habían asegurado varias semanas antes en la Base Aérea de San Isidro, donde fueron a despedir a Bosch en su viaje a México, que en la República Dominicana jamás habría un golpe de Estado.

Bosch había salido a México en visita oficial, y antes de abordar el avión bromeó con éste y otros periodistas y funcionarios que estábamos en el lugar, diciendo que esperaba que no le aplicaran aquello de que «el que va a Sevilla pierde su silla».

Y semanas después le arrebataron la silla.

Renato Hungría me invitó junto al fotógrafo Juan Evaristo Gautreaux a tomar unos tragos en el bar del club para oficiales de la Fuerza Aérea Dominicana.

Al llegar al lugar vimos al Vicepresidente, doctor Segundo Armando González Tamayo, mientras tomaba tragos en una mesa acompañado de funcionarios del gobierno.

Duramos poco tiempo en el Club porque teníamos que ir a redactar la noticia de la salida de Bosch, además de que el carro de Juan Evaristo no estaba en buenas condiciones, ya que él no se preocupaba mucho por su vehículo.

Recuerdo que los faroles del carro se apagaron y tuve que iluminar la carretera con una linterna que me suministró Juan Evaristo. Y para colmo, el baúl se abrió y jamás quiso cerrarse.

Así llegamos al periódico y redacté la noticia del viaje del Presidente Juan Bosch a México, el último que haría como Presidente de todos los dominicanos.

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