Marmoladas

Marmoladas

VÍCTOR A. MÁRMOL
El mes de noviembre trajo a mi memoria dos hechos históricos en el ejercicio periodístico. El primero, con un año de diferencia, ocurrió el 25 de noviembre de 1960, y el segundo el 19 de noviembre de 1961. Me desempeñaba como redactor de La Información, de la ciudad de Santiago, y corresponsal en la misma ciudad del desaparecido vespertino oficialista La Nación.

Temprano en la mañana del día 25 de noviembre de 1960, llegué al Destacamento de la Policía Nacional de Santiago, que funcionaba en el entonces edificio de la Gobernación Provincial, sito en la calle Presidente Trujillo, hoy El Sol, frente al Parque Duarte.

Cuando llegué a la oficina del jefe del Departamento, como era mi costumbre y la de otros periodistas para buscar informaciones, me sorprendió ver sentado encima de un escritorio al capitán del Ejército Nacional, Víctor Alicinio Peña Rivera, quien era el jefe del Servicio de Inteligencia Militar (SIM en el Cibao, con asiento en Santiago).

Con una sonrisa cínica me dijo: «Periodista, aquí lo que hay hoy es una noticia que llegó de Puerto Plata informando un accidente donde murieron tres hermanas y el chofer del Jeep en que viajaban». Me pasó un telegrama para que yo copiara el texto.

De inmediato me dirigí a la agencia de La Nación para dar por teléfono la noticia, ya que el diario salía a temprana hora de la tarde. Nadie creyó la noticia del accidente.

El otro hecho, fue en la mañana del día 19 de noviembre del año 1961 cuando el general Pedro Rafael Rodríguez Echavarría requirió mi presencia y la de otros periodistas, para informar el bombardeo que se le estaba haciendo a la Base Aérea de San Isidro en la capital, exigiendo la retirada del territorio nacional del generalísimo Héctor Trujillo Molina y de sus demás familiares. Dos días antes, el general Rafael L. Trujillo Martínez (Ramfis), había salido del país no sin antes ordenar la muerte de los supervivientes del ajusticiamiento del dictador que se encontraban presos.

Desde que se dio la noticia del bombardeo a San Isidro y de la salida de los familiares de Trujillo, el pueblo de Santiago se lanzó a la calle a celebrar la caída del régimen. Estatuas del dictador, fotografías y otros emblemas alusivos a la dictadura eran destrozadas por la multitud, así como algunas residencias de conocidos personajes allegados al dictador.

Ya para diciembre, el pueblo pedía «Navidad sin Balaguer» y la destitución del general Rodríguez Echavarría. En enero del año siguiente, 1962, se formó un Consejo de Estado presidido por el santiagués Rafael F. Bonnelly, y el doctor Joaquín Balaguer buscó asilo en la Nunciatura Apostólica, para salir del país dos meses después.

El país se encaminaba hacia un nuevo destino.

Publicaciones Relacionadas