VÍCTOR A. MÁRMOL
Escriba ahí», me ordenó el Generalísimo Rafael L. Trujillo Molina.
Yo me encontraba a pocos metros de donde se encontraba el dictador, en el lobby del edificio de la Gobernación provincial de Santiago de los Caballeros. Trujillo se notaba molesto y un poco ebrio, porque balbuceó cuando me dio sus declaraciones.
Fue a pocos meses del crimen de las hermanas Mirabal, cuando Trujillo visitó Santiago, para saludar a los funcionarios y empleados de la ciudad. Yo tenía 17 años de edad y era redactor de La Información y corresponsal del vespertino La Nación, que se editaba en la capital bajo la dirección de Mario Álvarez Dugan.
J. Rafael Khouri, un veterano periodista corresponsal de El Caribe, ya fallecido, me había advertido que estuviera atento porque Trujillo a veces llamaba a los periodistas para darles declaraciones. Nadie se atrevía detener a Trujillo para hacerle preguntas para un medio de Prensa.
Era la primera vez que yo asistía a una ceremonia donde estaba el Jefe. Además de Khouri, se encontraban allí los periodistas Radhamés Gómez Pepín, de El Caribe; Darío Antonio Flores, de la entonces La Voz Dominicana, y Domingo Saint Hilaire, también de La Información y corresponsal deportivo de El Caribe.
Al escuchar la voz seca de Trujillo le contesté:
– Sí, señor.
«He querido saludar a los funcionarios y empleados de Santiago – balbuceó Trujillo mirándome fijo a los ojos – porque sé que prima en el ánimo del señor Presidente de la República darle oportunidad a otros que no la han tenido para ocupar cargos». El Presidente a la sazón era el doctor Joaquín Balaguer, escogido por Trujillo para esa alta posición.
Al terminar de pronunciar la última palabra el dictador se marchó de mi lado vertiginosamente para entrar a su vehículo que lo esperaba al bajar las escalinatas del edificio.
Sus declaraciones fueron publicadas por el periódico La Información, tal como Trujillo las hizo. Sin embargo, los diarios El Caribe y La Nación se circunscribieron a reseñar el acto protocolar.
No estoy seguro si fue Saint Hilaire o Khouri que me dijeron:
– «Tú vas a ver que esas declaraciones no saldrán así». Esta observación me fue hecha, porque Trujillo a veces ofrecía declaraciones que sus colaboradores consideraban imprudentes para su política, y eran arregladas en las redacciones.
La Información era un diario meridiano independiente, propiedad de don Luis Franco, cuyo hijo Luis Enrique era a la sazón Diputado al Congreso Nacional, escogido por Trujillo por su posición social y periodística, pero que todo el mundo sabía que no era trujillista al igual que su padre. Por eso, La Información ofreció las declaraciones, tal como la dio el dictador.
Una escena curiosa que pude ver cuando Trujillo llegó al lobby de la Gobernación, fue cuando al saludar al gobernador don José A. Hungría y al síndico don Lilo Veras, le llamó «comunista», y le ordenó furioso que bajaran a los funcionarios y empleados que estaban en el salón de actos, a bajar hasta donde él estaba, porque «no es verdad que voy a subir esas escaleras, pendejos».
También fue para mi curioso el regaño que me hizo Don José Hungría, cuando me corrigió que a Trujillo no se le podía decir «sí señor, sino, sí jefe».