POR AMABLE LÓPEZ MELÉNDEZ
Un artista puede hacer de todo si tiene la libertad de equivocarse. Hay que poder equivocarse y poder no tener miedo a equivocarse y no tener miedo a que sea mal. Yo toda la vida pensé que era genial, así que no me importaba. Que la gente diga: mala, vende, no vende, no me interesaba. Venda, no venda o me vaya mal o no me inviten a las bienales, eso no me importa. Yo sé que lo que hago es genial y que va a valer millones en el futuro, eso es lo que me importa.
Marta Minujin, 2005.
La noche del pasado martes 7 de marzo, un público no muy numeroso, pero sí persistente, ávido y atento, correspondió ante la convocatoria de un coloquio relámpago armado en combinación por la Embajada de la República Argentina y el Museo de Arte Moderno con motivo de la sorpresiva presencia en Santo Domingo de la afamada y respetada artista argentina Marta Minujin.
Pionera del accionismo americano, del arte efímero, de las ambientaciones, del Happening (acción teatral espontánea e irrepetible que implica una significación simbólica); de la Performance (acción planificada, repetible y versión más contemporánea del mismo tipo); del conceptualismo y de la destrucción o muerte del arte, Marta Minujin, también conocida desde la década de los 70s como la Reina del Pop, ha compartido experiencias creativas con celebridades que han abierto las sendas de la ruptura y la diferencia en la historia de la modernidad artística occidental, tales como Niki de Saint-Phalle (1930), Jean Tinguely (1925-91), Yves Klein (1928-62), Christo (1935), Robert Rauschenberg (1925), Andy Warhol (1928-87), Allan Kaprow (1927), Wolf Vostel (1932) y Leopoldo Maler. Minujin está considerada como una figura emblematica de la vanguardia argentina del siglo XX y como una de las máximas exponentes del arte latinoamericano contemporáneo.
En 1966 Marta Minujin obtiene la Beca Guggenheim, se traslada a la ciudad de Nueva York y entra en contacto con la vanguardia artística norteamericana. En esta etapa, su obra se vuelca hacia los medios de comunicación y su implicación en la modificación del entorno sensorial de los individuos, inspirada en las teorías de Marshall McLuhan. En esa línea realiza Simultaneidad en Simultaneidad (1966), ambientación creada para el Tree Countries Happening-que planifica junto a Allan Kaprow y Wol Vostel- en la que utiliza todos los medios a su disposición para crear una invasión mediatica instantánea.
En 1967 realiza Minuphone (Howard Gallery, Nueva York), introduciéndose en una cabina telefónica que reacciona a los números discados. En 1968 realiza la ambientación fílmica Minucode y forma parte del cuerpo de profesores en el área de nuevos medios de la Universidad de Nueva York, junto a Robert Rauschenberg, La Monte Young y Steve Paxton, entre otros.
El coloquio señalado tuvo lugar en el Auditorio del MAM. Marta Minujin fue presentada por el embajador Jorge Roballos y acompañada en la mesa por su colega, compatriota, primo de sangre y hermano del arte, Leopoldo Maler. Quien suscribe sirvió de moderador. Marta se extendió gentil y espontáneamente sobres sus inicios y trayectoria; sobre sus más recientes desmitificaciones de los íconos artísticos y culturales universales; sobre sus íntimas convicciones; sobre la eterna búsqueda de la belleza y la libertad expresiva; sobre el valor y el poder de la imaginación y sobre el espíritu que ha guiado su práctica y las de sus contemporáneos durante mas de cinco décadas. Al mismo tiempo, aclaraba en torno a las diferencias entre happenings y performances y respondía una serie de cuestiones importantes sobre contextualización, estética, ética y mercado del arte.
La verdad, estoy encantada de estar en Santo Domingo y me divierte la idea de venir a hablar un poco aunque detesto el pasado, pero pasado, presente y futuro es lo mismo. Entonces, hay una frase que dice: las grandes obras las crean los genios locos, las ejecutan los luchadores natos, las disfrutan los felices cuerdos y las critican los inútiles crónicos. Quiere decir que: 90% transpiración, 10% inspiración y yo desde que nací vivo trabajando y lo único que sé hacer es arte, no puedo hacer otra cosa. Hago arte para vivir el arte.
En la parte final del coloquio, mi muy estimada amiga Victoria Curiel preguntaba a Marta Minujin si ella tenía una fórmula alternativa o particular que pudiera plantear al artista contemporáneo para lo que podría ser su resistencia frente al mercado. La respuesta de Marta fue fulminante: Solamente vendiendo su obra, pero no dejándose contagiar por esa fiebre de querer ser rico, por ejemplo, de quererse comprar una casa-quinta con lo que ganás, sino simplemente para seguir trabajando como Van Gogh y no tener que trabajar en otra cosa.
-Pero, esa es una decisión muy personal-observaba Victoria.
-Cierto, es personal-dijo Marta.
-Pero usted podría dar una f?..-
-No. El artista tiene que seguir haciendo lo que ha hecho toda su vida: morirse de hambre y después no_ Antes, los artistas iban al parnaso a inspirarse y ahora van al mercado. Y la irónica respuesta de Marta provocaba puntualmente la risotada terrible y cristalina.
Pero, ¿mancilla, ciertamente, la actividad artística la impureza monetaria? La idea de invertir en una obra de arte es bastante antigua. El arte siempre ha estado ligado con el dinero y el artista con el mecenazgo. Sea como símbolo de estabilidad y poder o como objeto de patrocinio, el arte no escapa a la acción del dinero. En la actualidad, la globalizacion implica la total comercialización de la vida, los deseos, las apetencias, las apariencias, los éxitos, los fracasos. El contexto de la producción del arte no esta excluído de su comercialización. Todos estamos condicionados por el mercado del arte y por el mito decadente del progreso de la modernidad. El mercado es una realidad impuesta por el modelo cultural consumista que define el ideal de realización material de la poshumanidad.
Ahora, la diferenciación entre los artistas que crean y los que venden tiende cada vez más hacia su desvanecimiento. Ya casi es imposible distinguir a los artistas comerciantes de los comerciantes artistas. Bajo las leyes del mercado, el arte deviene en artículo de consumo con el cual puede especular quien sea. El rítmo lo impone el mercado. Los artistas responden a las exigencias mercantiles y los precios sirven de índices de prestigio.
Asímismo, el mercado del arte no sólo intenta agenciarse la complicidad de los compradores, sino también de la crítica y de los curadores. De ahí que la crítica haya perdido la pista. La crítica no ha podido resistir las presiones de la sociedad de consumo. Muchos creen que es la crítica la que legitima. Eso quizás fue antes. Ahora lo hace el mercado. Pero esto no implica la total desaparición de ciertas prácticas artísticas y actitudes críticas disidentes. Para estas últimas, el libre ejercicio de la imaginación, la producción simbólica, tanto como su práctica y su disfrute, nada tienen que ver con su consumo. Y este es, precisamente, el caso de una artista como Marta Minujin. Para ella, el dilema del artista y del arte no es vender o no vender. Lo que a ella le interesa como personalidad auténtica, no es el Marketing, sino su respuesta metafísica, lúcida, poética, sensible e implicante ante los problemas y fenómenos vitales de nuestro tiempo. En una proxima entrega seguimos sobre el coloquio con Marta Minujin.