Marta Rojas, periodista cubana que acompañó a Fidel en sus viajes

Marta Rojas, periodista cubana que acompañó a Fidel en sus viajes

Como periodista, Marta Rojas no solo es audaz sino intuitiva y detallista. Alejo Carpentier le confesó que lo que más le gustó de su libro sobre el asalto al cuartel Moncada “es que la estructura no es lineal”, sino muy descriptiva. Ella especifica hasta el ruido que producían las esposas de los acusados porque en ningún momento, aun cuando estaba consciente de que la censura impediría la publicación de su reseña, dejó de tomar notas: del ambiente, de los movimientos de jueces, la indumentaria y gestos de reos y abogados, algún chasquido o zumbido.

Todo salió publicado después del triunfo de la Revolución cubana como un libro que lleva varias ediciones.

“Mis padres eran artesanos pero en casa se recibían los periódicos y yo los leía desde niña, además de revistas. También me gustaba escribir”, expresa. Estando en sexto grado, después de devorar Una cierta sonrisa y Buen día tristeza, novelas de Françoise Sagan, produjo una propia: El dulce enigma, que trata de un amor en la adolescencia. “No la he vuelto a leer, me da vergüenza”, exclama. Afirma que le gustaban más las crónicas y reportajes.

En los juicios del Moncada, Fidel advirtió que Marta era la única periodista que tomaba notas. “Al final, cuando ya él pronuncia ‘La historia me absolverá’, solo quedaban seis sillas, los jueces salen a deliberar, él va a ver a un compañero herido en una cama y luego me mira y me dice: ‘Tomaste nota, te vi, pero no te lo van a publicar”, relata y agrega: “Fue la primera vez que hablé de cerca con él”.

La memoria de Castro es tan excepcional que “cuando sale de la cárcel de Isla de Pinos voy con Melba y Haydee al recibimiento y al apartamento donde él fue a vivir y me dijo: cuando a mí me llevaron al juicio, dos muchachas de Santiago de Cuba estaban contigo, yo les debo una excusa, dale la dirección a Yeyé (Haydee) para que las mande a buscar”.

Se trataba de María Antonia Figueroa y Nilda Ferrer, maestra y empleada del comercio, manifiesta. María Antonia contó después a Marta que Fidel le comentó que aquella era la única tribuna que tenía y por tanto no era prudente ni que esbozara una sonrisa. Y recordó a la dama: “La que iba contigo tenía un lunar azul en el cuello, les voy a agradecer esto”. Y prometió nombrar a María Antonia la primera tesorera del Movimiento 26 de Julio que iba a luchar con la Revolución. Ella estuvo de acuerdo pero le preguntó por el dinero. “Ustedes tienen que recolectarlo”, respondió.

Marta tiene igualmente claros nombres, lugares, situaciones y pormenores de toda su vida periodística, política, de educadora, escritora, comentarista deportiva. Su charla es amena y prolongada. Se expresa con la fluidez característica de sus coterráneos. Cuando emplea términos muy antiguos o muy cubanos ofrece las formas modernas y el equivalente de los vocablos en otros países.

Habla del Fidel de los primeros años con admiración profunda, a pesar de que esta devoción continúa pero aquellas fueron sus primeras impresiones. Evoca su bayoneta calada, su apostura y gallardía, los argumentos de su propia defensa… “Después lo vi varias veces en La Habana hasta que se va para México”. Volvió a reencontrarse con él con el triunfo de la Revolución “y después en montones de lugares como periodista”.

Relata que se conectó con Haydee Santamaría y Melba Hernández y comenzó a colaborar con Casa de las Américas. En los años 1962-1963 estuvo apoyando a Melba en el Comité de Solidaridad con Vietnam, del cual era presidenta, trabajando con los damnificados.

“Empiezan los recorridos de Fidel y escribo para Bohemia y Revolución”. Lo acompañó en Cuba y en sus viajes a países de América Latina.

“En los primeros días lo tuteaba, ahora le digo usted”, confiesa esta mujer hiperactiva que se ha incorporado a la tecnología y a la que le llegan sus inspiraciones más celebradas y premiadas frente a la computadora. Tuvo novio pero ha permanecido soltera y se mantiene escribiendo, viajando, enseñando.

Fidel.- “Cuando lo esperaba en el juicio pensé que iba a ver a una persona depauperada, vestido como quiera, triste, no me lo imaginaba con la hidalguía con que él entró al tribunal”, manifiesta al relatar los encuentros originales.

Agrega: “Estoy pensando en un preso y él entra elegante, formalmente vestido de abogado, con saco y corbata y dice: ‘No se puede juzgar a un hombre esposado’ y ahí se suspende el juicio”.

Recuerda que “tuvieron que quitarle las esposas a los acusados. A los guardias les temblaban las manos”. Ella dijo para su interior: “Se ha convertido el revés en victoria”, destacando “la valentía y la prestancia” de Castro.

Cuando le retiraron las esposas, el revolucionario pidió: “Señores magistrados, como abogado quiero asumir mi propia defensa” y Marta acota que “los magistrados se pusieron nerviosos”. “Lo interrogan, y cuando termina el interrogatorio él dice que le hace falta una toga. Lo mandan a sentar al estrado de los abogados y él pasa de acusado a acusador y empieza a hacer preguntas a sus propios compañeros”.

Al tercer día, prosigue, le dice al médico de la prisión que está enfermo, que le haga un certificado diciendo que el acusado padece taquicardia “y se lo hace el doctor Juan Martorell García, muy honesto”, quien le advierte: “Le van a aplicar la ley de fuga ¿qué hago?”. Fidel le respondió que actuara según su conciencia.

Marta tiene registrados en su cerebro todos estos detalles de su atrevida incursión en el periodismo antes de graduarse. No se amilanó frente a la evidente y segura censura. Se las ingenió con abogados para entrar a la causa, aunque estos no fueran simpatizantes de Castro. Y logró sacar noticias humanas, sociales, políticas de lo que sus colegas consideraban “tecnicismo”. Lo más importante para ella era estar presente en la sala de audiencias. Aunque tarde, su testimonio salió a la luz.

Hoy dice que no puede estar encerrada, que necesita trabajar y mantenerse en contacto con la gente. Asegura que aprendió a manejar la computadora “como un instrumento, no para basarme en eso” y aconseja a los comunicadores sociales que lo primero en su ejercicio debe ser “tener curiosidad, y lo segundo lectura, mucha lectura”.

A los de su generación recomienda “pensar bastante, estudiar y tener activo el cerebro”.

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