Martha María Lamarche, mujer de influyente liderazgo calificada de Poetisa de América

Martha María Lamarche, mujer de influyente liderazgo calificada de Poetisa de América

Su faceta más destacada, celebrada, enjuiciada, es la de la escritora de versos de dimensiones tan justas que llegó a ser calificada “Poetisa de América”. Pero Martha María Lamarche, reciente y tardíamente reconocida por una calle en La Castellana, fue una mujer de influyente liderazgo y palabra respetada y acatada. Filántropa sensible, dejó su sello personal en las sociedades culturales, sociales y religiosas que fundó, y un sentimiento de gratitud en los desvalidos a los que ayudó a sobrellevar su pobreza.

Sin embargo, los diccionarios y enciclopedias dominicanos olvidaron su nombre y han sido indiferentes a su obra. Apenas se consigna, si acaso, que fue poeta y activista feminista.

“Tatᔠcomo la llamaban sus sobrinos, era una incansable escritora que ocupaba su atención en tratados diversos, algunos más profundos que la poesía. Trabajar, escribir, investigar y cumplir con devoción inusual sus obligaciones de católica, caracterizaron su vida truncada a los cincuenta y cuatro años.

Sus sobrinos Sebastián y María Elena Robiou Lamarche y Eduvigis y Frank Lamarche, conservan con celo admirable el patrimonio de la tía, que consiste en libros, manuscritos, álbumes de fotos e impresionantes objetos personales como sus mantillas, abanicos, pasaportes, iniciales en carey y partituras de piezas que interpretaba magistralmente al piano.

Los recuerdos, en cambio, son escasos pues convivieron pocos años con ella, que se fue al otro mundo dejándolos pequeños. “Era muy católica, a diario tocaba piano. Se levantaba, leía la prensa, recibía visitas, dormía una larga siesta después del almuerzo y no dejaba pasar una tarde sin ir a la Iglesia de Las Mercedes. Era muy amistosa y amante de las actividades culturales, durante años tuvo una gran amistad con los sacerdotes franciscanos, especialmente con el padre Francisco Panal y Fray Leopoldo.

No olvidan sus trabajos sociales, el temperamento cariñoso. “Era amena, conversadora, expresiva, locuaz, y siempre llevaba la voz cantante”, comentan, evocando sus facciones finas, la tez blanca, la alta estatura y el espíritu alegre a pesar de la invalidez de una pierna que la obligaba a cojear. Mostrando sus manuscritos y cuadernos inéditos, destacan que le puso letra a una composición del maestro Ravelo y que llevó plasmada su vida en un Diario que conserva Sebastián.

Emparentada con Flérida de Nolasco y el padre Lamarche, de los que se aprecian fotos en su álbum personal, fue también inseparable de María Ibarra de Victoria, Celeste Woss y Gil, Livia Veloz, Amada Nivar de Pittaluga, Margarita Miniño de Báez, Consuelo de Molinuevo, Esthervina Matos. Con ellas y sus hermanas Enriqueta y Graciela Elena daba riendas sueltas a sus proyectos literarios y caritativos.

Licenciada en Filosofía y Letras en la Universidad Santo Domingo, vivió ocho años en La Vega, junto a su tío Ernesto, el papá de Frank y de Eduvigis, al quedar huérfana de padre y madre. Allí fundó la Sociedad Senda de Santa Teresita, el tres de marzo de 1928, “que integró a un dinámico grupo de jóvenes veganas, fomentando diversas actividades culturales y caritativas en el Cibao”, refiere Sebastián.

Pero la obra más resonante de Martha María Lamarche fue la Sociedad Cultural Católica Ábside, de la que fue precursora junto a Livia Veloz y Flérida de Nolasco, el diecisiete de marzo de 1940. Su patrona era Santa Teresa de Lisieux. “Ábside, que significa la bóveda sobresaliente del altar mayor de una iglesia, fue una activa agrupación cultural que tuvo una gran repercusión social al organizar exposiciones de arte, veladas musicales y literarias, recolectas de fondos para los ancianos desamparados, fundar una nutrida biblioteca y producir un programa dominical en la emisora radial HIZ”, apunta Sebastián.

“La tía, de quien tengo lejanos pero imborrables recuerdos, vivió siempre con su hermana Enriqueta, también soltera, en la calle Mercedes 101, a pocos pasos de la iglesia Mercedaria. Desde su balcón, recuerdo de niño haber visto el paso de una procesión del Santo Entierro. Martha fue una voraz lectora. Dominaba el francés y el inglés, amaba la música y era partícipe organizadora de toda manifestación cultural. Logró sobreponerse a las vicisitudes que le tocó vivir, a los prejuicios sociales contra la mujer y a la condición política predominante en aquellos años”, expresa Sebastián Robiou Lamarche en carta electrónica desde Puerto Rico.

[b]MARTHA MARÍA[/b]

Nació en París el cuatro de marzo de 1900, debido a que su padre, José Isidro Lamarche Pérez, se trasladó a estudiar leyes en la Universidad de la capital francesa. Viudo de Mercedes Reyes Cruzado, que murió en el parto de Ernesto, su segundo hijo, casó con la parisina Elena Berta Josefina Darnet Beilly, con quien procreó a José Emilio y a Martha María. En Santo Domingo, donde ejerció su profesión, nacieron Enriqueta María Amalia y Gracia Elena Elvira, madre de María Elena y de Sebastián.

Publicó dos libros: Cauce Hondo y Retazos de Luz. Previo a estos trabajos sus poemas fueron integrados a antologías y revistas literarias nacionales. Dejó inéditos Vino de Engardi, Colmenar de la infancia y En desbocado símbolo. Entre sus manuscritos figuran Historia Sagrada y catecismo para niños, Meditaciones, Cancionero.

La ilustre escritora, poetisa, filántropa, feminista, falleció en Nueva York el treinta y uno de marzo de 1954, unos dicen que de meningitis, otros que de un tumor cerebral y amigas que compartieron con ella, que de un cáncer en la nariz.

Sus sobrinos Eduvigis, Frank y María Elena se confiesan orgullosos de su excelsa pariente y expresan: “Sentimos no haber podido compartir más tiempo con ella”.

En el 2003, se llamó Martha María Lamarche a una calle de La Castellana en acto en que se rindió homenaje a ella y a otras luchadoras por los derechos de la mujer.

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