Martha Pérez – La crisis de la crisis

Martha Pérez – La crisis de la crisis

Todos nos lamentamos de los golpeantes efectos consecuencias de la difícil situación por la que atraviesa la República Dominicana en los últimos meses; situación que ha ido creando un ambiente de desconfianza e impotencia ante su agravamiento y la irresponsabilidad y simplismo conque los principales actores del gobierno se refieren a la misma y pretenden enfrentarla.

No caben dudas de que la crisis en el partido de gobierno, la crisis económica, financiera, fiscal, y consecuentemente social, ha convertido el país en un caos en medio del cual se enfrentan y confrontan intereses políticos y económicos que unidos a la reelección presidencial se han constituido en la crisis de la crisis. En todo este laberinto se anida un componente político que los en intereses particulares y grupales de sus protagonistas cada vez lo complica más. Ninguno de ellos es capaz de reflexionar, de anteponerlos interés de la nación a los suyos; ninguno es capaz de ver con los ojos del deber, que la democracia dominicana se prepara para en menos de cuatro meses celebrar una de las más nobles prácticas, como es el ejercicio del voto. ¿Qué cosa estará ocupando las cabezas de aquellos que de manera fanática se disputan el control del Poder? Olvidándose de que se deben a un pueblo que los eligió para dar fiel cumplimiento a las leyes, y hoy se olvidan de estos para luchar por sus propios intereses.

Sin dudas que nuestro país ha retrocedido miles de pasos hacia atrás. La desesperación popular es una muestra de que el gobierno elegido por cuatro años no ha cumplido -en muchos aspectos- su papel; se expresa su deseo generalizado de cambio; las condiciones par desear ese cambio están a la vista de todos; sin embargo, se produce un contraste que llama la atención: Mientras el vox populis espera el momento final de este período de gobierno. El presidente de la República y sus seguidores luchan a todo costo por repetir cuatro años más (y quien sabe…) En el PRD hay otros aspirantes a la candidatura presidencial, que se han visto en la necesidad de confrontarse con sectores que aupan la reelección y/o con precandidatos del mismo partido para hacer valer sus derechos a tales aspiraciones; pero el mismo poder la que aspiran les cierra las puertas que «hasta ayer» les estuvieron abiertas. Evidencia esto que razones de mucho peso -insospechables por el momento para los que estamos en las grandes- estarían empujando a retener el poder de esta manera. Hay precedentes de que en el PRD se producen profundas heridas y rápidas cicatrices, pero esa vez las heridas en vez de cicatrizar se vuelven más profundas y hasta peligrosas para la vida de un partido grande que hoy empequeñece en su propia condición de organización de masas, lo que mantiene a importantes líderes de este partido poniendo todo su empeño y esfuerzo por salvarlo. En esa organización hay gente noble y sensata; pero también hay gente que juega al oportunismo y al sectarismo; y han sido estas las que han cerrado puertas; las que han comprado seguidores de «opositores», las que instigan al desorden para pescar en mar revuelto. Señores, la crisis del país es la crisis del PRD y viceversa. El pueblo apela a la sensatez de los más tozudos para que depongan sus intereses en favor de la tranquilidad de la sociedad dominicana; porque a los más sensatos se les dan golpes bajos por pretender evitar esa tozudes que intranquiliza a este pueblo. El país luce triste en su ambiente cotidiano, lúgubre en su institucionalidad e inseguro en su porvenir. No es posible que se siga jugando al que más puede y a matar posibilidades políticas de otros. Es necesario una vuelta al Estado de Derecho; al respeto a la institucionalidad.

El país luce como un viejo edificio ocupado por cualquier tipo de pirañas que se atacan entre sí y sólo sale hacia afuera el ruido de que algo grande está ocurriendo dentro que puede derrumbara pedazos el edificio hasta caerse de manera total. Pero en este caso no se trata de animales ni de cualquier tipo de pirañas; se trata de personas que hoy se niegan a reflexionar, que antes de ser elegidos mediante el voto tuvieron el temor de no ser favorecidos y se comportaron de otra manera, de otra manera; hoy han pasado de ese temor a la temeridad. La única esperanza que tendríamos frente a este estado de crisis en que vivimos y su acelerada agudización, es que se asuma la firme posición de deponer de los intereses particulares y grupales y se favorezca el interés del país, que es lo mismo, el interés colectivo. Si sucediera así, es casi seguro que en corto tiempo dejaríamos de hablar de desequilibrio en la prima del dólar, de alzas de alimentos, medicamentos, combustibles, y servicios; de quiebra de comercios; de todo tipo de escasez; de especulación; de incremento de viajes ilegales; de hoyos bancarios; y de muchas otros asuntos más que entorpecen la marcha normal de la sociedad dominicana, cuyos principios componentes son de corte político.

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