Martha Pérez – La resurrección política

Martha Pérez – La resurrección política

La iglesia católica termina de conmemorar una de las épocas más significativas en la historia de la vida de Jesucristo: su crucifixión, muerte y resurrección, precedido de cuarenta días de ayuno que Jesús pasó en el desierto; por lo que los cristianos denominan la cuaresma al tiempo desde el domingo de Pascua al domingo de Resurrección.

En esta ocasión, la conmemoración ha destacado un gran significado social en la tradición religiosa, de tal manera que el aspecto religioso se ha fortalecido en relación con años anteriores en que el llamado disfrute mundano arropaba las celebraciones religiosas reduciendo la participación masiva en estas conmemoraciones. Un aspecto a destacar en esta favorable variación lo constituye el descontento de las masas populares con la actual gestión gubernamental; además de la incómoda situación de crisis que padecemos los «inquilinos» de la República Dominicana. Pese a que al inicio de la época cuaresmal la efervescencia política no dejaba sentir el significado de la misma, tan pronto comenzó la Semana Mayor y con ella la tregua política, el sentimiento espiritual y la fe religiosa de los creyentes comenzaron a manifestarse produciendo un clima aunque muy efímero de tranquilidad, de sosiego, de reflexión, que nos recordó añoradas épocas perdidas del pasado reciente.

El pueblo dominicano creyente supo tomarse este tiempo de cuaresma para clamar por una luz de esperanza que devuelva el equilibrio a esta sociedad tambaleante y con el camino a seguir atrincherado por las voraces aspetencias de poder que ensordece, enmudece e insensibiliza a quienes se sostienen en él. La crisis que afecta al país estuvo presente en cada uno de los clamores, en cada uno de los púlpitos que separada pero simultáneamente, cumplían el solemne compromiso de las celebraciones de la historia de la vida de Jesucristo. Los sermones fueron piezas de contundentes y agudas críticas; y de llamamiento a la sensatez, a la sensibilidad, a la humildad, a la unidad, al cumplimiento del deber. Las prédicas del Sermón de las Siete Palabras, hechas por siete sacerdotes de distintas parroquias en una ceremonia radial y televisada, no tuvieron desperdicios, al encontrar en el significado de las expresiones de Jesús, mientras cricificado moría, las expresiones del pueblo dominicano que como asfixiado, va muriendo; y va muriendo porque ha sido abandonado; va muriendo porque tiene sed de justicia, de comida, de salud, de educación; porque los responsables de garantizarles sus derechos constitucionales, sólo atienden al mandato constitucional para modificarlo y satisfacer sus intereses personales y grupales. Porque la corrupción y la impunidad las están haciendo parte del «pan nuestro de cada día», que nos lo quitan de la boca sin decir nada por las deudas que tienen con nosotros, fruto de sus promesas de campaña no cumplidas y encima de las cuales nos hacen más, con una desfachatez que asombra. Los dominicanos no recordamos una época en que el tiempo de cuaresma haya cobrado tanto significado en lo social como ahora; en que la vida, pasión y muerte de Jesucristo haya tenido tanta vigencia en la práctica cotidiana (no sólo en la fe) como ahora. Y esto reafirma y refuerza la creencia y la fe en las iglesias que están jugando un papel predominante, muchas veces más allá de su rol tradicional, en la defensa del sentir y el clamor popular, lo que le da su verdadero estandarte. Aspecto este muy importante en este momento para el pueblo dominicano.

Las conmemoraciones de esta cuaresma del 2004 nos han dejado importantes enseñanzas. Hemos conocido a muchos Herodes, a muchos Judas Iscariote, a muchos compradores y vendedores de moral ajena; y a muchos «profetas» llamados Pedro. Hace falta «multiplicar los panes y los peces» para que el pueblo dominicano tenga respuestas a su alcance. Hace falta reivindicar al pequeño Saqueo que subió al árbol para poder ver a Jesús y éste respondió a su humilde gesto quedandose en su casa dejandole la enseñanza de compartir y de dar a los necesitados parte de lo que tiene, no lo que le sobra. Hace falta imitar a la prostituta que besó los pies a Jesús, se los lavó con perfume y secó con su cabello, en señal de humildad y arrepentimiento, ganándose el perdón de sus pecados; hace falta procurar y lograr que el pueblo tenga lo que más necesita como Jesús devolvió la visión a un ciego que le seguía sin poder verlo. Hace falta sepultar la venganza, como Jesús la sepultó cuando restableció la oreja cortada a un guardia por su defensa; Hace falta hacer el bien y observar buena conducta para no tener que tratar de «comprar» o mendigar el perdón como el mentiroso ladrón crucificado al lado de Jesús. En fín, ya que estamos crucificados por todos los males que nos agobian, fruto de lo cual muchos están muriendo, mientras otros disfrutan de la gran vida, hace falta practicar estas cada vez más vigentes enseñanzas para que en este proceso político que tendrá su momento nodal el próximo 16 de mayo, juntos podamos alcanzar la resurrección.

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