Martha Pérez – ¿Por qué tan especial?

Martha Pérez – ¿Por qué tan especial?

Esta pregunta me la formuló una señora de porte galante pero sencillo, con rostro de gente difícil de tratar, en momento en que salíamos de un centro académico adonde coincidimos en una conferencia sobre la participación de la mujer dominicana en la política nacional.

En el desarrollo del referido tema se abordaron interesantes aspectos de los todavía mínimos pero importantes logros de la mujer dominicana en materia de participación política y social; así como aspectos adversos a las conquistas que están en las agendas de discusiones y en las luchas reivindicativas de la mujer por alcanzar un mayor espacio participativo, sin discriminación de género y de clase. Fue una conferencia que tocó casi todos los aspectos que involucran a la mujer en el universo, y muy particularmente a las dominicanas; enfocados y analizados de una manera tan realista y profesional por la Doctora Margarita Cedeño de Fernández, que estoy segura que cada una de las presentes vio su retrato en las situaciones citadas y comenzó a sentir muy cerca las soluciones.

La escuché de manera muy fría, reflexiva y pesimista, porque aún cuando compartía todo los criterios expuestos, y también vi mi retrato, considero que la mayor cuota de responsabilidad de que todavía estemos hablando de logros importantes pero mínimos; de aspectos adversos; de discriminación; de violencia intrafamiliar; de menores abandonados a su suerte, incluidos recién paridos (porque eso no es nacer); de secuestros y/o robos de menores para supuesta venta de sus órganos; de adolescentes embarazadas; de madres solteras preñadas dos veces al año; de violación sexual de padre o padrastros a hijas; etc. etc.; la mayor cuota de responsabilidad recae sobre nosotras (las mujeres), al ser co partícipes de una familia, sociedad, estructuras de partidos políticos, u otras expresiones de convivencia social donde todavía son frecuentes las conductas machistas, reflejadas en distintas formas, muchas veces soterradas, enmascaradas, o abiertas.

Conductas que no sólo provienen del hombre ya superada por muchos sino de la actitud conformista, servil y hambrienta de halagos y de sobre protección que exhibimos muchas mujeres a la hora de hacer valer nuestros derechos y demostrar nuestras condiciones de madres, esposas, novias, amantes, jefas de familias, profesionales, dirigentes políticas, o cualquier función o labor que nos relacione con el sexo opuesto.

Este cuadro sobre la mujer hay que cambiarlo. Pero es un cambio en la forma de conducir todo lo que a la mujer concierte en materia social, política, económica, laboral y profesional; porque en lo familiar debemos de cambiarlo nosotras mismas de manera directa. Entre nosotros todavía se anida el criterio del «sexo débil»; esto hay que cambiarlo. La mujer es fuerte. A la mujer hay que crearle un lugar de trabajo en vez de ofrecerle los famosos 300 pesos «electorales»; crearles guarderías infantiles, comedores económicos bien equipados y eficientes, condiciones adecuadas en las escuelas y hospitales públicos que le faciliten integrarse al trabajo sin perjuicio de sus hijos; a la mujer hay que darle cuotas de participación política y social reales y efectivas, en vez de dádivas compensatorias o premios de consolación; o de usarlas política y socialmente sólo como complemento e irrespetarlas, ofenderlas o agredirlas cuando se imponen otros intereses. (Vale recordar sólo como ejemplos el trato que en una ocasión recibieron indistintamente las señoras Alejandrina Germán y Elena Villeya de Paliza, de parte del presidente Hipólito Mejía; y en otra ocasión y persona, Doña Rafaela Alburquerque). A la mujer hay que darle trato igualitario que al hombre en términos laborales y económicos. La maternidad no debe ser un estado excluyente para la mujer. Es necesario reconocer este estado en materia laboral. Legislar en favor de la mujer no es hacer más grande a la mujer y más pequeño al hombre, es equidad. Las aspiraciones políticas de toda mujer son legítimas; el derecho a ocupar una posición política no está limitado por el sexo.

Entre otros, estos son aspectos que la mujer debe preocuparse por conquistar. Estamos en un momento oportuno para canalizar estas conquistas, porque es un año electoral con características especiales; primero, porque una parte de los partidos políticos que participarán en estas elecciones presidenciales han tenido y/o tienen crisis internas, más aún cuando uno de esos partidos es el oficialista, PRD; segundo, porque estando en medio de una de las más profundas crisis económica y financiera de la historia de nuestro país, el presidente del gobierno de turno se repostulará, argumentando que debe concluir el programa de gobierno que se propuso, porque aspectos externos (como los acontecimientos del 11 de septiembre del 2001, conflictos bélicos en Afganistán; y luego Irak) e internos (políticas de la pasada gestión del PLD) le han desviado el curso de su gestión, consecuencia de los cuales, es la presente crisis. Tercero, porque ante esa situación, el descontento no ha hecho esperar. Y este curso tiene que cambiar; pero de rumbo. Lo cual es responsabilidad del electorado, muy en especial y ante las aspiraciones de las citadas conquistas, de la mujer votante para ejercer el voto, y de la no votante para orientar y educar sobre este ejercicio que ahora se reviste de una importancia capital; pues de lo contrario, las luchas que dieron origen al 8 de marzo como Día Internacional de la Mujer, hace 96 años, en Estados Unidos, Alemania, y posteriormente en otros países, seguirán formando parte del rosario de lamentaciones y clamores de la mujer dominicana. He ahí mi respuesta para aquella señora de porte galante pero sencillo y rostro de gente difícil de tratar, que resultó muy amigable, de ¿por qué tan especial? Y me refería a este 8 de marzo.

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