Martine Moïse, primera dama de Haití, con dudas sobre «los oligarcas» por magnicidio

Martine Moïse, primera dama de Haití, con dudas sobre «los oligarcas» por magnicidio

En la única entrevista que hasta el momento ha concedido la primera dama de Haití, Martine Moïse, se refirió, entre otras cosas, a la batalla que tenía su asesinado esposo, Jovenel Moïse, con algunos “oligarcas ricos de la nación” sobre quienes no dudó que esos poderosos hayan tenido una posible participación en el magnicidio.

Entrevistada por el diario The New York Time, Martine resaltó a una familia que contralaba la red eléctrica de Haití, sector que su esposo quiso reformar y buscar una salida a los problemas eléctricos de esa nación durante su mandato.
En ese sentido, el deseo de la primera dama es saber quiénes dieron las órdenes y patrocinaron el magnicidio.

“Sólo los oligarcas y el sistema podrían matarlo”, aseguró.

Las dudas sobre los oligarcas las deja ver en momentos que narra, además, cómo sucedieron los hechos dentro de su habitación la madrugada del 7 de julio.

Vestida de negro, con el brazo, ahora flácido y quizás inútil para siempre, narró cuando su esposo se pudo comunicar, luego de varios intentos, con algunas de las personas encargadas de su seguridad, a pesar de que (aparentemente) la casa debía estar con escolta habitual.

Ella y su esposo estaban dormidos cuando el sonido de los disparos los hizo levantarse, recordó. Moïse dijo que corrió a despertar a sus dos hijos, ambos de poco más de 20 años, y los instó a esconderse en un baño, la única habitación sin ventanas. Se acurrucaron allí con su perro.

Su esposo tomó su teléfono y pidió ayuda. «Le pregunté, ‘Cariño, ¿a quién llamaste?'», dijo.

“Él dijo: ‘ Encontré a Dimitri Hérard; Encontré a Jean Laguel Civil ‘”, dijo, recitando los nombres de dos altos funcionarios a cargo de la seguridad presidencial. «Y me dijeron que ya vienen».

Pero los asesinos entraron a la casa rápidamente, aparentemente sin trabas, dijo. El Presidente haitiano le dijo a su esposa que se tumbara en el suelo para que no se lastimara.

«‘Ahí es donde creo que estarás a salvo'», recordó que le dijo.

Fue lo último que le dijo.

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