Mary, Marilyn, Inge y Agnes acompañaron la “transición continúa” de Miller

Mary, Marilyn, Inge y Agnes acompañaron la “transición continúa” de Miller

Redacción internacional. Mary Slattey, Marilyn Monroe, Inge Morath y Agnes Barley fueron, por ese orden, las mujeres que acompañaron el deseo de “metamorfosis” de “transición continúa” de Arthur Miller, uno de los más importantes dramaturgos del siglo XX, de cuyo nacimiento se cumplen mañana cien años.

“Este deseo de avanzar, de metamorfosis(…) Estar preparado para el cambio, estar en transición continua”, escribía Arthur Miller en sus memorias “Timebends a life” (1988), reeditadas en español por Tusquets por el centenario de su nacimiento el 17 de octubre de 1915 y del décimo aniversario de su muerte el 10 de febrero de 2005.   Esa “transición continúa” del autor de algunas de las obras teatrales maestras del siglo XX, además de libros de ficción, ensayo y crítica, fue siempre acompañada de un nombre de mujer.

Hombre público por su compromiso social y también por su vida privada, posiblemente pocos como Miller han sabido reflejar las frustraciones y desengaños de la sociedad estadounidense.   Y posiblemente pocos hombres han sido tan envidiados como aquel Miller capaz de enamorar a Marilyn, una de las mujeres más deseadas, protagonista de “Gentlemen Prefer Blondes”, “The Seven Year Itch”, “Some Like It Hot”, “Niagara” o “How to Marry a Millionaire».

Ella tenía 25 y él, once más, cuando se encontraron por primera vez. Él era ya un reconocido intelectual y ella empezaba a despuntar en el séptimo arte. Se casaron cinco años después por el rito judío, el 29 de junio de 1956, cuando ella era ya esa mujer supersexy cuya imagen permanece como icono de belleza femenina.   Para Marilyn Monroe era su tercer marido, para Arthur Miller era su segunda esposa, tras los quince años (1940-1956) que pasó junto a Mary Slattey, su novia desde la universidad, con quien tuvo dos hijos (Jane y Robert), y de la que siempre admiró su “integridad».   Su unión con Marilyn (“un torbellino de luz»), en el peor momento del acoso que sufrió durante la “caza de brujas” del macarthismo, le convirtió en foco de una prensa a la que no estaba acostumbrado.

Las buenas intenciones de ambos no bastaron para superar las adicciones de la actriz y el sentimiento de soledad que arrastraba desde su infancia. Su enlace apenas duró cinco años, hasta 1961.   Aparte de por su explosiva feminidad, lo que derretía a Miller de Marilyn era su “conmovedora ternura». Por ello, quizá fue el ganador del Pulitzer por “Death of a Salesman” (1949) quien más cerca estuvo de comprender el vacío existencial de la diosa de platino.   Y en su intento de salvar a “la mujer más triste” que había conocido, por la que sentía “fascinación”, escribió el guion de “The Misfits”, con un papel que destacase sus dotes de actriz dramática.

Pero paradójicamente fue durante el accidentado rodaje de la película dirigida por John Huston cuando el matrimonio estalló en mil pedazos, con un Miller agotado por los vaivenes de la compleja y enfermiza personalidad de Monroe, y su adicción a los barbitúricos.   “La amaba como si la hubiera amado toda mi vida; su dolor era mi dolor”, se confiera Miller en “Timebends a life”, pero se sentía “agotado y sin esperanza ya de recuperarla».   Y fue en ese contexto de pesadilla en el rodaje de “The Misfits”, en ese naufragio sentimental, cuando llegó a su vida la austríaca Inge Morath, una de los miembros de la agencia Magnun que fotografiaron en exclusiva el rodaje de la película.

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