Mary Shelley, madre de un hito cinematográfico

Mary Shelley, madre de un hito cinematográfico

Próximamente se estrenará en la gran pantalla ‘Van Helsing’, filme en el que el extrovertido investigador de la novela de Bram Stoker, no sólo tendrá que salir a la caza del noctámbulo Conde de Transilvania, sino que también deberá lidiar con un siniestro grupo de monstruos cinematográficos. Frankenstein es uno de ellos, nacido en 1818, producto de la intensa imaginación de Mary Shelley.

‘Frankenstein o el moderno Prometeo’ fue escrito por Mary Shelley cuando ella sólo tenía 18 años. La novela está compuesta por tres narraciones concéntricas. En la primera Robert Walton cuenta a su hermana, en sus cartas, su viaje al Polo Norte. En una de esas cartas se inserta la narración de Víctor Frankenstein a Walton, que incluye a su vez la narración del monstruo a Víctor Frankenstein.

Como su título parece indicar, el científico Víctor Frankenstein, es el nuevo Prometeo, quien a través de su trabajo creativo roba el fuego a los dioses y con este insufla vida a una materia muerta. Pero, al igual que en el mito helénico su osadía debe de pagarla muy cara.

En el desarrollo de la historia, la criatura va adquiriendo el lenguaje y ciertas características propias al humano. Aunque, el nuevo ser nace inocente, su soledad, el horror y el desprecio que produce su contemplación a las demás personas le van iniundadando de una brutal irascibilidad. Persigue a Frankenstein, destruye a su familia y es posteriormente perseguido por su creador que, responsable de su obra, trata de evitar otros males que la criatura pueda causar.

La riqueza de significados de ‘Frankenstein’ (los peligros de la ciencia, el inicio la vida y la creación, etc.), ha dado pie a innumerables interpretaciones y a que, a casi dos siglos de su invención, la obra de Mary Shelley sigue cautivando a millones de personas, razón por la cual se sigue llevando al cine, al teatro o a otros medios de expresión como el cómic.

[b]LA ESCRITORA[/b]

En la introducción a una edición de 1831 de Frankenstein, Mary Shelley habló así:

«En el verano de 1816 visitamos Suiza y nos convertimos en vecinos de Lord Byron. Pero resultó ser un verano húmedo y desagradable, la lluvia incesante nos impedía con frecuencia salir de casa. Unos volúmenes de historias de fantasmas, traducidos del alemán al francés, cayeron en nuestras manos. No he vuelto a leer aquellas historias desde entonces, pero permanecen frescas en mi mente, como si las hubiese leído ayer.

Cada uno de nosotros escribirá una historia de fantasmas», dijo Lord Byron, y su propuesta fue aceptada.

“Éramos cuatro. Yo me urgí a mí misma a pensar una historia, una historia que pudiese rivalizar con las que nos habían arrastrado a aquella empresa. Una historia que hablase de los misteriosos temores de la naturaleza y que despertase el más intenso de los terrores, una historia que creara en el lector miedo a mirar a su alrededor, que helase la sangre y acelerase los latidos del corazón. Si no conseguía todas esas cosas mi historia de fantasmas demostraría ser indigna de ese nombre. Pensé y reflexioné, en vano. ¿Has pensado ya una historia?, me preguntaban cada mañana, y cada mañana me veía forzada a replicar con una mortificante negativa.

La invención, debe admitirse humildemente, no consiste en crear desde el vacío, sino desde el caos. La invención consiste en la capacidad de atrapar las posibilidades de un tema y en el poder de moldear y dar forma a las ideas que sugiere.

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