A corto plazo, y superada la meta de administrar las vacunas contra el SARS-CoV-2 al segmento de médicos y paramédicos y otros de los considerados de mayor riesgo, el Estado deberá empeñarse en llegar con la inmunización al más amplio espectro posible de los residentes en el país.
Los niños siguen señalados como asintomáticos o de leves efectos y en capacidad de transmitir la enfermedad covid-19. Posibles diseminadores silenciosos entre adultos con la guardia baja. Además, República Dominicana aloja una dispersa presencia de extranjeros carentes de documentación o bajo estatus transitorios que en la práctica, y lamentablemente, se mueven como ciudadanos de segunda clase, muchos agrupados en marginaciones urbanas pero mezclados a la vez con dominicanos desprovistos o no de inmunidades, corriendo riesgos propios y exponiendo a los demás.
Sin una proyección demográfica incluyente de inoculaciones que eviten condiciones de gravedad y peligros para la vida, la protección, que debe ser colectiva, estaría dejando flancos vulnerables.
Una convivencia riesgosa de vacunados y no vacunados. El país, ciertamente, ha sentido en carne propia la falta de solidaridad de los Estados poderosos que inmunizan a sus naciones acaparando vacunas. Mientras se censura su inequidad y se reclama apoyo, procede actuar localmente en sentido contrario con medidas sanitarias generalizadas.
Profanación a un templo
Tras una primera incursión perversa de ladrones, la iglesia Nuestra Señora de las Mercedes, patrona del pueblo dominicano, fue objeto otra vez y con peores consecuencias, de una embestida profanadora con despojo de invaluables objetos de sus cultos, además de valores ofrendados por la feligresía. La vulnerabilidad aumenta de noche en una parte de la Ciudad Colonial para riesgo de pacíficos ciudadanos y numerosos visitantes extranjeros.
La protección policial contra antisociales está cuestionada allí, y ha fallado en reaccionar, ya que los pillajes sobre el templo ocurrieron en horas de toque de queda, lo que no ha servido para cohibir a sus autores. Como si los que realmente privan de su presencia los lugares sean únicamente los guardianes del orden que deben interponerse a las agresiones de facinerosos que pululan.