Los partidos surgieron de la necesidad de organizar y ampliar las demandas espontáneas de participación de diversos sectores en las instituciones del Estado donde se tomaban las decisiones políticas fundamentales. Nacen como “el triunfo del pluralismo social frente a un orden simplemente constrictivo y conservador”. Desde finales de XIX, hasta la sexta década del siglo XX, los partidos jugaron un papel determinante para la consolidación del capitalismo y de la llamada democracia política. Pero, a partir de las últimas décadas del pasado siglo, comienza el declive de estas organizaciones que ha terminado en profunda crisis.
Una crisis que no es solo de los llamados tradicionales, como dicen algunos, sino que abarca a todas las colectividades políticas organizadas como partido. Un balance sobre el estado de situación actual de los sistemas políticos, en todo Occidente, arroja el incontrovertido dato de que grandes partidos social demócratas, conservadores, de centro, socialistas y comunistas se han diluido. Entre otras, las causas explicativas de esa circunstancia es que esas colectividades dejaron de ser un cuerpo de ideas para dirigir lo público y se convirtieron en meras máquinas electorales dirigidas por técnicos.
Igualmente, que al convertirse en Gobiernos algunos de esos técnicos son quienes diseñen y dirigen las políticas y los grandes temas del Estado. También que los principales dirigentes dejan las actividades partidarias y se concentran en las que desempeñan como parte del tren gubernamental. De ese modo, el partido crece enormemente aumentando la nómina pública, produciéndose el “dominio de los elegidos sobre los electores de los delegados sobre los delegantes, de los mandatarios sobre los mandantes”.
Así como la organización es imprescindible para el funcionamiento de la democracia, toda idea o proyecto político requiere de determinados niveles organización para lograr su propósito. Por eso no es casual que, para no perecer, la generalidad de los movimientos sociales termina dotándose de formas organizativas que los convierte en partidos con papeles en reglas: jerarquización, cadenas de mando, burocratización, su jefe (hoy día cada día más pálidos) … y sus tendencias.
¿Cómo pensar la organización formas de acción y participación colectiva para cambiar el presente, sin ser prisionero del tiempo y modelos organizativos del pasado? no tengo la respuestas, pero pienso que en su búsqueda podría ser útil la reflexión sobre las propuestas de nuevos paradigmas de desarrollo político y económico que se hicieron en los años 80.