Más allá de los partidos

Más allá de los partidos

ROSARIO ESPINAL
rosares@hotmail.com 
Para bien y para mal, la sociedad dominicana es partido-céntrica. Los partidos ejercen un gran poder sobre la vida ciudadana.

Muchas personas dependen de los partidos para conseguir un empleo, un contrato, una vivienda, u otros beneficios. Además, los partidos inciden en muchas organizaciones sociales, imponiéndoles sus objetivos e intereses.

Del lado positivo, la fortaleza de los partidos produce estabilidad en el sistema político. Las democracias con sistemas de partidos débiles tienden a sufrir inestabilidad gubernamental porque se dificulta el arbitraje entre el Estado y la ciudadanía.

Pero la supremacía de los partidos tiene un efecto muy negativo: desincentiva la participación ciudadana porque las organizaciones partidarias despliegan sus tentáculos de control en todo el cuerpo social.

Se produce un círculo vicioso en que partidos fuertes obstruyen la participación social independiente, y la falta de participación social aumenta, a su vez, el poder de los partidos.

El resultado es una sociedad civil incapaz de presionar los gobiernos para que actúen a favor de la población en general, no de los intereses partidarios.

Este tema ha sido ampliamente documentado en las investigaciones académicas sobre la formación de capital social.

La evidencia empírica demuestra que a mayor participación social, mayor capacidad organizativa para presionar el gobierno; lo que se traduce en mejores ejecutorias gubernamentales y mayor legitimidad del sistema político.

Una sociedad que vive inconforme con sus partidos y sus políticos difícilmente logra avanzar si no convierte el descontento en mayor organización y capacidad de presión.

Por ejemplo, quejarse constantemente de que el sistema educativo no funciona tiene un escaso efecto en la mejoría de la educación.

Si los padres no se involucran en las asociaciones escolares para identificar problemas y soluciones, y presionar a las autoridades correspondientes para que actúen, difícilmente habrá cambios importantes.

Algunos problemas se podrán resolver sin la intervención del gobierno, pero otros necesitarán el concurso de las autoridades públicas.

Con capacidad organizativa y comprensión de los problemas, la sociedad estará siempre mejor posicionada para encontrar soluciones junto al gobierno.

Por el contrario, si la ciudadanía se concentra en expresar quejas sin organización no encontrará recepción, porque las quejas desprovistas de poder político son fácilmente ignoradas.

La política contemporánea está repleta de malestar. La náusea política alcanza niveles de epidemia mundial.

Incluso gobiernos electos con gran apoyo pierden rápidamente popularidad porque no dan respuestas a las necesidades sentidas de la población.

En medio de la espiral de descrédito, los políticos aceleran la búsqueda de beneficios particulares, mientras las sociedades se hunden cada vez más en el desencanto, el desconcierto y la desconfianza.

Muchas veces se piensa que un nuevo partido o presidente podrá desatar el nudo de malestar, pero esta esperanza es casi siempre pasajera.

Las sociedades acumulan decepciones no importa quién gobierne, porque el sistema reproduce las prácticas de aislamiento de los políticos con respecto a la sociedad.

Sólo la organización y participación social autónoma pueden desafiar la desconexión que prevalece entre las prácticas políticas y las necesidades sociales.

Hay que recalcar que las soluciones no vendrán de los políticos por su propia voluntad, sino de la sociedad organizada con capacidad de presionar para que las autoridades actúen en función del bienestar general.

La República Dominicana tiene un tejido social organizativo débil. El nivel de participación en asociaciones cívicas es relativamente bajo. La densidad organizativa se produce en las iglesias, pero estos grupos no son efectivos para forjar una cultura social transformadora de lo político que conduzca a mayor democracia.

Para que el país salga del estancamiento político y socio-económico en que se encuentra, se necesitan organizaciones sociales más fuertes, capaces de promover una transformación de la función del Estado y los partidos políticos.

Sin estas organizaciones, la política dominicana seguirá atrapada en gobiernos y partidos ineficaces, no importa cuánto se queje la ciudadanía, cuántas elecciones se celebren, o cuántas promesas hagan los candidatos en las campañas.

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