Más allá de mentiras y omisiones

Más allá de mentiras y omisiones

Es indispensable entender “el blanco de público” para desentrañar el lenguaje de los hombres  poderosos. Ellos saben de quién depende su poder y a quienes  tienen que hablarles.

Una  cosa es mentir, y otra cosa mentir oficiosamente. Con lo primero se pretende ocultar la  verdad, es la falacia del truhán. Con lo segundo, se va más allá: es la materia prima del sofisma, la propaganda y la demagogia.

Demostrarle al ex presidente Fernández que mintió como un buhonero en su alocución de noviembre, que es un mentiroso, es olvidar sus  artes proselitistas, su poder, y la irrenunciable ambición de volver a gobernarnos.  Conoce la oratoria, y diseña el mensaje a la medida del público que le interesa. Los políticos bananeros engarzan mentiras oficiosas de la misma manera que las mujeres presumidas escogen vestidos y joyas para  diferentes ocasiones. Lo importante no son las falsedades, sino que ellas, bien colocadas, impacten y encanten a los suyos.

¿Para  quién  habló  el caudillo del PLD?  No fue para  la intelligentsia  dominicana,  la clase media,  la  oposición, ni tampoco para el  FMI. Les importan un bledo. Habló para los “indispensables”: cómplices millonarios y necesarios colaboradores. Les  facilitó un dogma, un libreto del que agarrarse y justificarse. El objetivo fue la cohesión del grupo. La mentira es  irrelevante.

En su libro “Manual para dictadores”, el  profesor de New York University  Bruce Bueno de Mezquita demuestra la dinámica del poder a través del enriquecimiento de los “indispensables”: una inevitable interdependencia del gobernante y su entorno a través de la corrupción,  perenne en democracias populistas manejadas por elites egocéntricas. El líder no puede prescindir de ellos, ni ellos del líder. Es el maridaje entre la bonanza y el poder.

En segundo lugar, Leonel apuntó hacia la gleba de futuros votantes que dependen de  funditas y tarjeticas. A ellos no les  importan las verdades sino la comida. Atienden al verbo rimbombante ambientado con yipetas, jefes, ametralladoras, cámara y televisión. Bailan el merengue sin escuchar la letra.

Intentó sacarle pecho al actual mandatario y, de paso, disfrazar cifras y acomodar números para un auditorio global que  le comienza a subir los vidrios.

Las omisiones sorprendentes del discurso del Presidente Medina, semanas después, debemos estudiarlas de la misma manera: intentando identificar las intenciones sumergidas entre los párrafos, y entendiendo la coyuntura política en la que se encuentra.  Creo que quiso seguir construyendo el mito de un gobernante ajeno a “lo que no se hizo”; insistir en lo que está haciendo; certificar la impunidad del comité central; y restarle importancia al descontento nacional, pues está convencido que las protestas y la indignación serán pasajeras. Supone, al igual que el leonelismo, que terminaremos aguantando paquetazo y corrupción bebiendo ron y meneando la cintura.

Los dos fueron discursos con propósito y “blanco de público” inequívoco. Ni Leonel fue un simple “jablador”,  ni Danilo  quiso hacerse el pendejo. Sabían muy bien que iban más allá de las mentiras y de las omisiones.

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