“Es el alma la que necesita cirugía”, ha publicado la actriz Julia Roberts en Instagram junto a una foto de su rostro al natural, sin maquillaje ni retoques tecnológicos.
Me llamó la atención su valiente actitud, pero inmediatamente pensé que la cirugía plástica, como también el bótox y el maquillaje fuerte, realmente lo que hace es falsear la verdad, la que está debajo.
Esa cirugía es la sublimación de la mentira. Y mentiras ya tenemos de sobra. Lo que falta, lo que se necesita, es una sanación del alma.
Poco a poco nos vamos insensibilizando. La mentira, el disfraz de lo que acontece dentro y fuera de las manifestaciones de una humanidad que se deshumaniza y cada vez se hace menos digna de una connotación positiva, sensible al sufrimiento ajeno, conmiserativa, tierna, compasiva, esa humanidad, repito, está enferma.
Me dirán que siempre ha sido así, que la virtud ha sido eternamente escasa y débil, mientras las ambiciones han sido profusas y fuertes. Por eso se quedan en ilusiones las ideas políticas con tintes de justicia social, aún aquella imperfecta democracia de los antiguos griegos, que se desmoronó dejándonos una idea coja y renqueante que no se ajusta a los ideales anunciados.
Sin embargo, como decía el sagaz Winston Churchill: la democracia es el menos malo de los sistemas.
Y uno se pregunta: En la alegada gran democracia de América, los Estados Unidos ¿no existe un ejercicio continuo del poder estatal para beneficiar intereses de grupos, lo que ha movido y mueve conflictos armados que han masacrado y marcado trágicamente a una juventud incapaz de expresarse? ¿No se mantiene, a sabiendas de la distorsión de su origen, la legislación que permite a cualquiera la adquisición de armas automáticas de gran poder, lo que ha provocado escalofriantes asesinatos masivos?
La persistencia fortalecida de la discriminación racial contradice el significado de que un hombre negro esté instalado en la presidencia de la nación.
Llega uno a pensar que se trata de una mascarada, de un maquillaje político, de una cirugía cosmética.
Que no es algo nuevo ni privativo de los poderosos de América.
Es que las ideas bondadosas que no tienen dentro el boomerang de grandes beneficios, se disuelven en la nada. ¿Qué pasó con la Liberté, Égalité, Fraternité, de la Revolución Francesa? Que no hubo ninguna libertad, igualdad ni fraternidad. Hubo odio y sangre.
Lo que de alentador y conveniente tuvo la Revolución Rusa y la idea comunista en sus principios, también se evaporó al soplo de las ambiciones personales de toda índole.
¿Es que el ser humano no puede ser masivamente mejor?
La historia parece negarlo.
Entonces, más que una formidable cirugía para el alma, si tal cosa fuese posible, procede un íntimo esfuerzo humano de sanación.
De humanización sincera.