LEILA ROLDÁN
Otra de las comiquerías de Finjus la podemos encontrar en la edición del 5 de octubre de este periódico HOY. La reseña dice Conscientes de que la escuela es el mejor espacio para lograr que se cambien los parámetros y patrones de la sociedad, ambas instituciones (se refiere a Finjus y a la secretaría de Estado de Educación) han decidido trabajar en la concientización (sic) de los educadores y la comunidad educativa. Más adelante dice: Gracias a este programa, que es ejecutado con los auspicios de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), trabajará junto a toda la comunidad para lograr que la gente cambie la percepción que tiene en materia de justicia. Sí, así como lo leen, para que la gente cambie la percepción que tiene en materia de justicia.
Y es que no han podido, a pesar de los innumerables esfuerzos e inversiones, convencer, al usuario del servicio dominicano de administración de justicia de que piense como ellos quieren que piense: que no es posible una mejor justicia que la nuestra, que los malos somos nosotros, no nuestra justicia; a su pesar, la imagen del sector va constantemente en picada. Las estadísticas pegan con fuerza contra el rostro de estas organizaciones sin fines de lucro que administran importantes fondos nacionales e internacionales promoviendo un cambio en el penoso concepto que tiene la población sobre las reformas judiciales de los últimos años.
Estrategias no han faltado. Entre las conocidas a través de los medios, que seguro son las menos, tenemos por ejemplo aquel programa que llevaron a cabo los jueces y sus ONGs de encuentros e intercambios con los líderes comunitarios para educarlos; las frecuentes visitas del magistrado presidente de la Suprema Corte de Justicia a las redacciones de los más importantes periódicos que mencioné en mi artículo anterior; los numerosos seminarios de la justicia con los miembros de la prensa para confraternizar; los talleres de Reforma Constitucional dirigidos a orientar al Senado de la República y la Cámara de Diputados; la toma de control de las escuelas de derecho de las universidades para actualizar el pensamiento jurídico de los nuevos egresados; los distintos programas de televisión para difundir la institucionalidad y la justicia; las invitaciones que circulan profusamente por Internet y a través del Fax a charlas y conferencias gratuitas; el correo electrónico diario del Equipo Vargas con recopilaciones de las (buenas) noticias del ámbito judicial (por cierto, últimamente he dejado de recibir su boletín); los jueces que escriben artículos de prensa plagados de apologías al sistema de justicia sin que aparezca junto a sus firmas la posición que ocupan; las opiniones de ciertos comentaristas y analistas de periódicos, radio y televisión a favor y en defensa de la judicatura nacional sin informar a sus lectores, radioyentes o televidentes sus nexos personales o familiares con funciones dentro del tren judicial, y muchas otras más.
Ahora es con los estudiantes. Finjus, y con ella otros organismos afines, quieren convencer a los jóvenes estudiantes de que lo que ellos y sus familias perciben sobre la deficiente administración de justicia de nuestro país debe cambiar. No la justicia en sí, sino la percepción que de ella tienen maestros y estudiantes. Una labor para los creadores de imágenes. Tal vez creen que así podrán conseguir que en las encuestas futuras la imagen de esa función del Estado no resulte tan deprimente.
No sé cómo lo harán, tal vez inculcándoles con sicólogos de masas que en realidad sólo se trata de un síndrome de percepción alterada, como una vez lo definiera el magistrado Subero Isa. Tal vez apelarán al clientelismo que tan buenos resultados ha dado a los políticos y les regalarán butacas impresas con los colores de bandera de la judicatura, mascotas y bolígrafos con la foto de los jueces de la Suprema Corte o tal vez discos de los que grabara el útil coro Poder Judicial. No importa, la intención es lo que cuenta: que los jóvenes aprendan a valorar, con esta nueva campaña, la inversión de ocho años y mucho dinero en imagen, estética y publicidad judicial y modifiquen lo que hasta ahora han pensado como usuarios. Una estrategia difícil dada la realidad. Y para mí, otra de las comiquerías de Finjus para justificar su existencia.