La inseguridad es un problema más complejo de lo que parece. Es de orden estructural con muchas vertientes, pero el tratamiento conque se pretende enfrentarlo es disperso. No es tan simple como confiar o desconfiar de una Policía que sigue regida por su estatuto de origen y que cada vez más tiene que combatir el crimen en sus propias filas. En contraste, el aparato judicial del que la uniformada es auxiliar, ha sido objeto de transformaciones sustanciales.
Servio Tulio Castaños Guzmán, vicepresidente ejecutivo de FINJUS, en una disertación reciente, dijo que discrepancias entre policías y fiscales dan lugar a malas investigaciones que son una de las causas de que muchos casos “se caen” en los tribunales. Y otra causa citada por él es que, en ocasiones y deliberadamente, se realizan malas indagaciones para lograr el mismo efecto. En cualquier caso, se favorece al delincuente y se abona la reincidencia.
Sin someter a la Policía a las necesarias reformas estructurales, sin una Ley de Extinción del Dominio y a falta de otras adecuaciones contempladas en la actual Constitución, será difícil enfrentar de manera integral el problema de la inseguridad ciudadana. En una proporción alarmante, el resultado final de investigaciones buenas o malas alimenta la inseguridad por medio de decisiones que determinan la libertad de acusados de delitos. El caso es bastante complejo.
Otoño, con calor y sequía
El otoño, que comenzó ayer para el Hemisferio Norte, nos encuentra atrapados en un ambiente de altas temperaturas y una sequía que está entre las más severas que hayamos experimentado en muchos decenios. El cambio climático, el calentamiento global y la presencia del fenómeno El Niño, por un lado, dejan sentir sus efectos severos en esta región del mundo.
De otro lado, los daños sufridos por la capa vegetal debido a la depredación de los bosques, y la destrucción de cuencas hidrográficas por la extracción de materiales, entre otros factores, determinan la severidad de las condiciones con que recibimos el otoño en esta ocasión. De un período caracterizado por el frescor, hemos pasado a lo que parece ser, más que un cambio de estación, una prolongación poco atenuada del crudo verano.