Más de lo mismo

Más de lo mismo

JOAQUÍN RICARDO
En cumplimiento del numeral veintidós (22) del artículo cincuenta y cinco (55) de la Constitución de la República, acudió el Señor Presidente de la República, el 27 de febrero próximo pasado, al vetusto recinto de la Asamblea Nacional a depositar las memorias de las diferentes Secretarías de Estado y a dirigir un mensaje a la Nación, en el cual daría cuenta de su administración en el año transcurrido.

El mensaje del primer mandatario, tal y como se esperaba, estuvo plagado de cifras que supuestamente reflejan la casi milagrosa y extraordinaria recuperación económica de la nación. De igual manera el Señor Presidente se refirió a otros aspectos tales como la capacidad competitiva del país, la innegable importancia del Tratado de Libre Comercio con los Estado Unidos, a las expandidas relaciones diplomáticas, no siempre siguiendo el patrón de utilidad, al problema energético nacional, cuya solución, según el primer mandatario, radica en las dos plantas de carbón que van a ser instaladas luego de una discutida y zarandeada licitación y, finalmente, cometió la apostasía de comparar a la Torre Eiffel, símbolo de la Ciudad Luz, junto a los Campos Elíseos, a las Tullerías y a la Plaza de la Concordia, entre otros monumentos que adornan a la capital de Francia, con la construcción atropellada y sin planificación del metro del ingeniero Peña.

Hubiera sido muy ilustrativo para los dominicanos que pudieron escuchar el mensaje del Honorable Señor Presidente, gracias a la indulgencia de los generalizados apagones, que el doctor Leonel Fernández le hubiera añadido a su erudita cita la aclaración de que la Torre Eiffel no la construyó el gobierno francés sino la ciudad de París como símbolo de la Exposición Universal que se llevó a cabo en 1889 en la Ciudad Luz.

Al escuchar la cifras y las permanentes referencias a la complacencia que sienten los organismos internacionales, especialmente el Fondo Monetario Internacional, me pareció estar escuchando a un presidente preso del modelo económico que trata de implementar. En ese momento solemne, el doctor Leonel Fernández se convirtió en el máximo exponente del neoliberaliso económico.

Básicamente, el modelo neoliberal consiste en la apertura comercial y financiera (libre flujo de bienes y servicios, así como de capitales), en alcanzar y mantener equilibrios macroeconómicos (fiscales y monetarios), en la reducción del papel del Estado a través de la privatización de empresas y servicios públicos. Debemos detenernos en este aspecto, pues no podemos olvidar que durante la primera administración del PLD, el doctor Leonel Fernández privatizó las áreas de energía eléctrica, las empresas de CORDE, los ingenios azucareros y los principales aeropuertos del país. Estos últimos, junto a los ingenios azucareros fueron prácticamente regalados al capital criollo que resultó agraciado en la lotería en que se rifó, como la túnica de Cristo entre sus verdugos, los activos del Estado Dominicano. Según un estudio publicado por el matutino Diario Libre, calzado con el nombre de Esteban Delgado, al momento de la privatización energética las instituciones del Estado no pagaban la luz y el gobierno aportaba cada año un total de RD$2,460 millones por concepto de subsidio. El año pasado el Estado ofrecía la misma oferta de luz a la población y apagó RD$17,000 millones por concepto de subsidio. En lo que concierne a los ingenios azucareros, eran 10 los que fueron entregados a consorcios privados y hoy en día sólo trabaja con normalidad el ingenio Barahona. Los demás fueron objeto de la quiebra de los consorcios y de la impunidad del Estado que no persigue a las manos que hicieron que se perdiera el dinero de los contribuyentes.

De las 26 empresas agrupadas en la Corporación Dominicana de Empresas Estatales (CORDE) entregadas en concesión 23 desaparecieron y solo tres: Molinos del Ozama, La Tabacalera y Minas de Sal y Yeso están operando. El fracaso del modelo es evidente.

El modelo neoliberal tiene como una suerte de paradigma muy extendido en la economía contemporánea el libre accionar de los mercados, pues sus defensores consideran que es lo que mejor asegura que los recursos, escasos de por sí, se asignen eficientemente en términos de rentabilidad, productividad y bienestar general. Resulta evidente que este modelo permite un crecimiento de la economía pero no una equitativa distribución de la riqueza, y el mismo debe ser evaluado finalmente en términos de beneficios y costos no sólo económicos, sino relativos al bienestar de la nación. El gran costo social y humano de la implementación de este modelo por las autoridades del PLD ha sido el deterioro del nivel de vida y de la aspiraciones de las grandes mayorías nacionales. Este modelo, tan orgullosamente defendido por el Presidente de la República, ha incrementado el empobrecimiento general y ha producido un marcado desempleo. No olvidemos que el 40% de la población dominicana vive por debajo de la línea de pobreza. Pero como el objetivo prioritario del modelo neoliberal es equilibrar cuentas fiscales y pagar la deuda externa, no crece la inversión en la educación y la salud.

Por lo dicho en el párrafo anterior, al bajo adquisitivo de nuestra moneda tenemos que agregarle servicios deficitarios tanto en el área de la salud como en la educativa y a esta calamitosa situación hay que sumarle un aumento en la deuda externa, lo que implica un incesante refinanciamiento. Este último aspecto nos ha convertido en una nación deuda-financiamiento exterior-dependiente, con un enorme déficit social.

Finalmente, hablaba el Presidente de la República en su mensaje del 27 de febrero de que el país avanza en el área competitiva. Sin embargo, el mismo día, en la edición del vespertino El Nacional, la Asociación de Empresas Industriales de Herrera consideraba que “causa espanto la velocidad a la que el país retrocede en términos de competitividad debido, básicamente, al progresivo deterioro de la educación y a la crisis eléctrica.

Asimismo, la referida organización empresarial, siempre de acuerdo al reportaje de El Nacional, expuso que temas como el irrespeto a las instituciones, la no aplicación de la Ley de Carrera Administrativa, la perenne crisis energética, las debilidades del sistema judicial y la corrupción pública y privada completan un escenario de grandes obstáculos para el despegue del país.

Por todo lo que he expresado anteriormente, entiendo que se justifica y es comprensible el clima generalizado de desesperanza y frustración y el sentir profundo de muchas personas de que está amenazada la existencia misma de la nación.

Creo, pues, que para quien suscribe y para una gran mayoría del pueblo dominicano el mensaje del Señor Presidente se reduce a un buen recuento, que constituye, simple y sencillamente, “más de lo mismo”. 

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