Más inteligente que un periodista

Más inteligente que un periodista

MIGUEL DE MENA
Si la pregunta la hice  como si estuviese entrando a un circo, la respuesta que me gané me hizo disparar como en alguna revancha máscara contra cabellera. «¿Hay alguien aquí más inteligente que un periodista»?, y gracias que por ahí estaba Ramón E. Colombo para sacarme del percance.

Eso pasó en los ochenta, durante mi breve paso por el departamento de corrección de estilo de un matutino local. Por entonces la redacción era un hervidero de viejas máquinas de escribir,  teletipos que no dejaban de chorrear teclazos y periodistas que sacaban sándwiches de Payán del escritorio como Houidini podía hacer con los conejos en un sombrero abombado.

Desde los ochenta para acá el mundo del periodismo ha cambiado más que los cabellos en mi cabeza –si es que me quedan algunos, por cierto. Ahora todo va más rápido, pero eso sí, el aire de misterio, de conservar los secretos de Aladino y de espérate un momento, que el ministro me está llamando, todo se conserva igual.

Hay una vieja raza de  periodistas ideales –e idealistas- que todavía insiste en la calidad de la palabra, la exposición, el derecho a la inteligencia que tiene el público. Luego está el resto, el que sale de una caldera, el que cree que el problema es responder a las cinco preguntas clásicas en el primer párrafo  y a Dios que reparta suerte.

Pero el problema no es sólo el de los periodistas, sino del periodismo y del negocio editorial en conjunto, en una pelota caliente que indistintamente se tiran las academias y los medios de prensa. ¿Quién puso el primer huevo? ¿Los departamentos de periodismo, donde lo primero es que casi le prohíben a los estudiantes que lean buena literatura? ¿Los periódicos, que a fuerza de rebajar costos, te envían a cualquier acto a cualquier persona para recoger una nota de prensa que por otra parte ya estaba en la redacción desde hacían cinco días?

¡Ahí vienen los despistes del  periodista! ¡No paso un buen día sin preguntarme, como en la película, y qué he hecho yo para merecerme esto!

Antes de la información está la formación. Si no hay un conjunto de conocimientos en relación al entorno del área a informar, entonces se corre el riesgo de salir del paso y por el camino equivocado.

Me ha pasado que poniendo en circulación las obras completas de René del Risco, el periodista tal, que me conoce desde hace un par de meses, me pregunta que a qué hora llegará el señor del Risco, porque luego se tiene que ir a cubrir otra actividad. Le contesto: creo que tendrás que esperar un tiempo, hasta que tú te juntes con él en el cielo…

¡Qué horror, como dirían en Santiago! ¡Ah los periodistas quillados!

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