Más presidentes que jefes de Estado

Más presidentes que jefes de Estado

RAFAEL TORIBIO
En el sistema parlamentario, sobre todo en el monárquico, está claramente establecida la diferencia entre Presidente del Gobierno y Jefe del Estado. Al Presidente del Gobierno, o Primer Ministro, según el caso, le corresponde como función principal la dirección del gobierno y la coordinación de los responsables de los cargos superiores de la administración. Por su parte, el Jefe del Estado simboliza la unidad y la permanencia; arbitra y modera el funcionamiento de las instituciones.

El Presidente del Gobierno, o Primer Ministro, es designado por el Jefe del Estado, después de comprobar que la fuerza política que lo sustenta tiene la mayoría en el Congreso para poder gobernar. El Jefe del Estado, de manera diferente, salvo en el caso de sistemas parlamentarios presidencialistas, Francia, por ejemplo, tiene una legitimidad heredada.

Mientras el Presidente del Gobierno pertenece al partido que logra la mayoría en el Congreso que le permite gobernar, el Jefe del Estado representa la totalidad de la diversidad nacional y política. Uno representa y personifica el todo; el otro no deja de ser una de las partes, aunque sea la mayoritaria. El Presidente del Gobierno, o Primer Ministro, es sustituido cuando pierde esa mayoría. El Jefe del Estado permanece, representando y encarnado la continuidad del Estado.

En el sistema presidencialista al Presidente de la República le corresponde la gestión del gobierno, como el Primer Ministro en el parlamentarismo, pero es, al mismo tiempo, el Jefe del Estado. Como es elegido por el voto directo de los ciudadanos y hay elecciones periódicas, la continuidad del Estado la asume quien le sustituye, pero depende finalmente de la observancia de la Constitución y las leyes, y de la fortaleza de las instituciones.

En su calidad de Presidente de la República y Jefe del Estado, el Presidente representa a todos, siendo una de las partes, porque pertenece a un partido, y fue electo por una parte de la ciudadanía.

En nuestra realidad, las funciones de Presidente dificultan el desempeño de las correspondientes a las de Jefe del Estado. Las tareas de gobierno, en un campo de batalla entre diversos intereses, hay ocasiones más para el enfrentamiento que para el consenso.

Las llamadas del Presidente a la unidad y a la concertación frente a iniciativas de trascendencia política para la Nación, normalmente son vistas por la oposición como búsqueda de consolidar su poder o forma de salir de una coyuntura que le es adversa. El Presidente de la República siempre es considerado por la oposición como un adversario.

Como es elegido por cierto tiempo para ejercer el poder, cuando termina el mandato por el que fuera elegido, tiene que luchar por la reelección del partido o la propia, si la Constitución lo permite, lo que profundiza su condición de ser una de las partes, aunque teóricamente represente al todo.

Agrava más la situación la debilidad de las instituciones en nuestra democracia. La preeminencia del Ejecutivo y la debilidad de los otros poderes y órganos, diseñados para lograr el balance y los contrapesos, permite a todo Presidente utilizar los recursos públicos para obtener lealtades. Máxime cuando la pobreza, le exclusión y la indefensión de la mayoría de la población fomentan el clientelismo.

Por si esto fuera poco, la inexistencia de una burocracia profesional y estable permite favorecer a sus partidarios con cargos en la administración pública, con exclusión de los demás, salvo a miembros de aliados electorales.

Como Jefe de Estado, el Presidente de la República debiera aprovechar el inicio del año para convocar al Palacio Nacional a la clase política y buscar acuerdos para enfrentar juntos los problemas en el año que comienza. Pero prefiere los saludos de sus funcionarios, sus allegados de sectores políticos que lo apoyan o de representantes de sectores que se sienten obligados a darle la salutación del nuevo año.

Ante la necesidad de hacer una profunda reforma a la Constitución, el rol de Jefe de Estado aconseja una convocatoria previa de las fuerzas políticas, al menos las que tienen representación en el Congreso, para hacerles partícipes de la necesidad de las reformas y de su concurso para realizarlas.

Pero el Presidente prefiere utilizar su poder para aprobar una reforma parcial que beneficie a sus propósitos inmediatos o solicitar el respaldo de la oposición después de que el anteproyecto de reforma esté elaborado.

Esto explica porqué hemos tenido más presidentes que Jefes de Estado.

rtoribio@intec.edu.do

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