Más que bombillos

Más que bombillos

PEDRO GIL ITURBIDES
El lunes en la noche pasábamos por el edificio del Banco de Reservas en la avenida Winston Churchill y lucía profusamente iluminado. «Deben estar trabajando» comentó con sorna mi hijo Juan Manuel, ya que nos acercábamos a las diez de la noche. Y una pícara chiquita que tengo, María Rosa, aludió a la solicitud del Presidente Leonel Fernández, para que ahorremos energía.

Comentó Rossy, mi mujer, al retomar un tono de más seriedad en la conversación, que estos olvidos no auguran ahorro de energía en los centros públicos.

En la población consumidora existen dos segmentos cuyo descuido obliga a las enormes pérdidas en la producción y distribución de este fluido. Uno lo es el grupo que se encuentra conectado irregularmente. El otro, el sector

público, lo cual incluye, para los fines de este planteamiento, el consumo de oficinas públicas, y las áreas de servicio público a cargo de gobiernos locales.

La Secretaría de Estado de Industria y Comercio anunció que repartirá dos millones de bombillos de bajo consumo en la población. Supongo que el reparto se hará entre los moradores de barrios marginales. Pero el gravoso valor de la producción y distribución de electricidad no se supedita al uso de bombillos de bajo consumo. Por supuesto, esta luz fría disminuye el consumo. Pero tiene mayor efectividad habituarnos a colocar en posición de apagado cualquier interruptor accionado para encender luminarias y equipos, cuando dejamos de usarlos.

El problema de la energía eléctrica entraña dificultades a las que los dominicanos no nos hemos enfrentado con seriedad. La cuestión no radica en un bombillo incandescente u otro de bajo consumo. Aunque es importante que nos habituemos a la iluminación de bajo consumo.

Les he contado que en octubre del año pasado tuvo lugar un Encuentro de Expertos en esta materia, patrocinado por la Asociación Dominicana de Universidades, Inc. (ADOU). El presidente de esta organización, doctor José Rafael Abinader, había instruido para organizar una Comisión

Interuniversitaria de Alternativas Energéticas, que recomendó realizar este encuentro. Profesores de carreras como las de electricidad y mecánica, y profesionales del sector, se dieron cita en un hotel de Santo Domingo.

Nuestro problema, concluyeron, es el petróleo.

Aunque también recordaron que tenemos un sol espléndido, un limitado potencial hidroeléctrico, y campos de caña, a los que podríamos sacar algún provecho. El potencial hidroeléctrico viene explotándose desde 1967, en que se inició la construcción de la presa de Tavera. Otras presas han sido erigidas en los años siguientes, y son un alivio en las horas pico. En el estiaje, sin embargo, la producción puede restringirse debido al menor caudal de los ríos que son aprovechados.

Debemos, pues, tratar de sacar provecho al sol. No solamente al generar con las celdas solares que aprovechan los rayos del astro. También con su calor.

Como parte de aquella iniciativa de ADOU, el ingeniero Eduardo Sagredo está desarrollando una planta piloto de campana solar, una tecnología alemana. La está desarrollando en el Campus Oriental de la Universidad Tecnológica de Santiago (UTESA), en el ensanche Ozama. Esta tecnología está basada en el aprovechamiento del calor solar y no propiamente de sus rayos.

Pero ni ADOU ni UTESA han encontrado apoyo para esta iniciativa, con la que se han tocado las puertas de la Unión Europea y el Programa de Desarrollo de las Naciones Unidas (PNUD). Sagredo también presentó su proyecto en Cartagena de Indias, Colombia, la semana antespasada. Durante un encuentro de Universidades del sur de Estados Unidos de Norteamérica y de nuestros países, Sagredo expuso este proyecto, que es una adaptación a lo criollo de la propuesta alemana.

¿Qué ocurriría si la República Dominicana poseyese un sistema de generación eléctrica a base de calor y no de rayos solares? Ambos son proyectos costosos. Pero el último, el de la producción por los rayos y su conversión en celdas de cilicio, es complejo y más costoso. El de la campana solar es de una simplicidad asombrosa, en cambio.

Con el petróleo frisando los sesenta dólares el barril, tal vez debemos volver la vista hacia otras fuentes de energía. Y el sol, que luce inagotable y eterno por la voluntad del Creador, puede que nos resuelva parte de los problemas de la energía eléctrica, que no se resolverán regalando bombillos a los pobres.

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