Más que Chávez: el proceso

Más que Chávez: el proceso

CÉSAR PÉREZ
En gran medida, el irrefrenable voluntarismo y protagonismo de Chávez determinan que la discusión sobre el rico proceso de cambios que realiza en Venezuela se centre en esos vicios de conducción política y no como debía ser, en el significado de la intensa lucha social y de clases que allí se libra, en sus potencialidades para la construcción de un nuevo orden social en ese país, en las causas que lo generaron y en la posibilidad de éste ser importante referente para las luchas políticas en toda la región.

Es cierto que las tensiones generadas por la acritud de las luchas de clases y social en ese país determinan las naturales reacciones de defensa de un régimen combatido por las peores artes por un sector de sus opositores internos y externos, lo cual a su vez genera las tendencias autoritarias y de exagerada protección del régimen de tanto de su dirección como de su base de apoyo.

No se pueden subestimar estas tendencias, pero tampoco es sostenible la afirmación de que en ese país se vive una dictadura. La dinámica de las luchas entre las fuerzas principales que se enfrentan allí, genera un clima de libertad de expresión de opinión, escrita y oral, que se la sueñan muchos países. Además de mantenerse, ese clima debe potenciarse y profundizarse porque eso es lo que determina que allí, a pesar de todo cuanto se diga, en esencia, se desarrolla un proceso de cambios en la estructura base de la sociedad en un clima de libertad y pluralismo político y económico que hasta el momento ha gozado con el apoyo no sólo de la mayoría de los eternos excluidos, sino de otras franjas importantes de la población.

En esencia, en Venezuela hay más libertad de expresión en los medios de comunicación que aquí, en República Dominicana, donde existe un control de los gobiernos sobre los medios radiales, escritos y televisivos (a parte de sus dueños), en los cuales tienen periodistas pagados con ingresos mayores que los que les reportan sus salarios nominales y por el silencio o auto-censura de muchos profesionales e intelectuales, algunos de ellos cooptados por el sistema de corrupción imperante.

Otro elemento importante a destacar del proceso venezolano, es que éste ha incorporado al consumo de bienes y servicios a millones de personas anteriormente excluidos, y la inversión pública en educación, vivienda, salud, transporte, etc., supera la hecha por todos los gobiernos anteriores. Sin embargo, a pesar de esos logros, los niveles de eficiencia para la producción de esos y otros bienes y servicios aún deja mucho que desear, la economía acusa déficit en su capacidad productiva que determina escasez de productos de consumo diario, lo que a su vez determina formas ilegales de procurárselos, privilegios y corrupción en el cuerpo de funcionarios del Estado que se convierten en nuevos privilegiados por el poder discrecional que le da el lugar que ocupan en la esfera de la distribución de los bienes y servicios y para mantenerlos acentúan las tendencias autoritarias y represivas contra el descontento de la gente motivado por la referida escasez.

Estos elementos no son ajenos a los resultados del recién finalizado referéndum. Si Chávez cree que el Sí perdió por la atribuida «flojera» de los millones de venezolanos que se abstuvieron de votarlo y que la victoria del No es una «victoria de mierda», está haciendo una obtusa lectura de lo que está pasando en su país que podría convertirlo en el principal sepulturero de un proceso de vital importancia para toda la región. El proyecto de sociedad delineado en la Constitución vigente no se ha agotado y legitimado ahora de hecho y derecho por el Sí adquiere mayores potencialidades, es ese el que debe consolidar, postergando inútiles saltos hacia delante.

La acentuación del estatismo y la perpetuación Chávez en el poder, dificultan la institucionalización política, la estabilización y la eficiencia de la economía; incrementa el descontento y el retraimiento del proceso a sectores progresistas del estudiantado y las masas en que se ha sustentado el poder. Son estos los problemas que deben enfrentar Chávez y quienes lo rodean, apelando al buen juicio y no a la bravuconada ni a la descalificación del adversario.

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