Más que el sistema, quienes fallan son los ejecutores

Más que el sistema, quienes fallan son los ejecutores

Algunos analistas  insisten en que nuestro modelo político y económico se ha  agotado. Afianzan sus criterios  partiendo de que cada día  aumenta la pobreza en contraposición con el enriquecimiento de   minoritarias que crean grandes contrastes; por la incapacidad de implementar programas de desarrollo que permitan resolverle los problemas a más de la mitad de la población que no puede  vivir holgadamente; por el aumento de la corrupción, el desorden, la criminalidad, los privilegios.

Los planteamientos de que nuestro sistema está en vía de colapsar, indudablemente está abonado con realidades  palpables, por lo que  se hace  mucho más fácil atribuirle el fracaso al sistema,   que admitir que quienes han fracasado son  las voluntades políticas y económicas, que han ignorado las acciones basadas en pensamientos humanistas,  prefiriendo irse por el camino de lo material, relumbrante, ficticio, enriquecedor de minorías y carente de contenido social.

Si se analiza con frialdad, con pequeñas variables casi todos los sistemas están basados en las mismas teorías. Lo único que varía en realidad, es en manos de quienes están la producción y  los servicios. Lo que cambia de un lugar a otro son las ejecutorias y el respeto que las autoridades les tienen a las sociedades, por una razón u otra. Sea porque en realidad tienen un concepto de lo que significan las personas y su valor intrínseco como  humanos poseedores de  dignidad inalienable; porque les temen a los rigores de las leyes y a la ira popular, o simplemente por conveniencia política.

Pero las variaciones de los sistemas son mucho menores que las diferencias sociales que hoy  cosechamos, con una pobreza que  triplica el número de los que han podido navegar en  embarcaciones más o menos seguras, pero de cualquier forma, en medio de mares tenebrosos, con oleajes violentos y llenos de dificultades.

Lo que habría que modificar son  las conductas de los ejecutores para que los sistemas funcionen. No importa si  tienen una concepción inclinada a la izquierda, el centro o la derecha. Porque si lo hacen pensando en el ser humano, lo harán mucho mejor que los que piensan solo en sus propios intereses y en los grupos que quieren mantener la hegemonía a costa de lo que fuere, sea  en la derecha, en el centro o  en la izquierda.

Los indicadores de dirección al parecer  son más eficientes en el tránsito, puesto que en materia política y económica, tanto unos como otros han cometido errores que no tienen otra explicación que la tozudez basada en unos principios que enarbolan por conveniencia, pero que niegan constantemente en su aplicación, el derecho que les asiste a las personas.

No son los sistemas los que están fracasando. Son los ejecutores y sus ambiciones desmedidas. Las ideas faraónicas que les insuflan a los mandatarios  basadas en supuestos mecanismos de desarrollo, que no dejan de ser negocios encubiertos al margen de las necesidades reales de la gente.

Lo que falta es vocación humanista.

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