Mas que preocuparnos, ¡ocuparnos!

Mas que preocuparnos, ¡ocuparnos!

Preocuparse es siempre valido y necesario cuando lo que nos preocupa tiene posibilidades reales de superación y hasta si dependiera de un “milagro” de los creyentes. Pero cuando la ciencia y la razón nos muestran crudamente la realidad que nos golpea, encarar esa realidad, con coraje y determinación, ponerle mayor atención a la causa primaria que provoca nuestra angustia, es lo que debería ocupar nuestra mente y nuestra disposición. Para no perdernos en disquisiciones pongamos de ejemplo las elecciones de mayo.
Todo el mundo está preocupado por sus resultados, como si de ella dependieran cambios sociales, económicos y políticos trascendentales. A pocos meses de su celebración, diversas encuestas sobre la intención del voto, dan como seguro ganador al Honorable Presidente, candidato del partido oficialista que cuenta con los recursos del Estado y el control de sus organismos deliberantes.
Muchas cosas podrían suceder ¡Hasta un milagro! pero no tantas como las que suponen o quisieran creer los ilusos. No existiendo ideológicamente diferencia sustancial alguna, el resultado será solo de matices. Como diría el Gatopardo, hay que cambiarlo todo para que todo siga igual.
Desprovistas de creatividad, de herramientas que las hagan libres, confiables, las elecciones conforman la caricatura de la democracia que vivimos, lo que motiva el desaliento y la frustración que inunda la conciencia nacional como pueblo merecedor de mejor suerte. El Barómetro de las Américas muestra la pobre valorización y atención que merecen lo que son problemas ancestrales que ubican al país en el lamentable nivel que ocupa en renglones vitales como los altos índices de corrupción, impunidad y violencia generalizada, deficiencias en servicios básicos, salud, educación, agua potable, energía eléctrica, transporte, desempleo, marginación y pobreza de las grandes mayorías nacionales. Desorden institucional, social y administrativo. Asuntos que, siendo tan graves, poco o nada importan a gobernantes como a votantes encadenados al momento de decidir su destino y del país, acostumbrado al “dao”, sin capacidad de discernir, en campañas carnavalescas sacan provecho del olvido, no de sus miserias.
Por eso dejé de entusiasmarme por las encuestas y las futuras elecciones presidenciales, de alcaldes y regidores, de senadores y diputados de caras conocidas por sus hechos, contemplando las alianzas acomodaticias, proclamas y discursos trasnochados. Votar y cumplir con el deber ciudadano reza la Constitución, es el mayor objetivo de nuestra magra Democracia. No votar, hastiados de engaños y frustraciones, cumpliendo el imperativo de la razón y nuestra conciencia, es la otra opción. Pero con eso los males solo se remedan. Ocuparnos es otra cosa.
Abandonar la molicie. Promover nuevos liderazgos en todos los segmentos de la vida nacional, empoderar y catapultar los diversos sectores de la sociedad civil para encarar y superar aquellos males y sus causas, militantemente, teniendo por estandarte una Constituyente que desplace los despojos y ponga fin al desorden político y social, al caos institucional y administrativo que nos asfixia. “Trabajemos por y para la patria, que es trabajar para nuestros hijos y para nosotros mismos.” Eso es lo que nos corresponde.

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