Más sentido humano en esta llamada civilización moderna

Más sentido humano en esta llamada civilización moderna

Teófilo Quico Tabar

Todo el que aspira a ser cristiano tiene el deber de actuar conforme a dichos principios. El que se siente comprometido con esa forma de pensamiento, debe adoptarlo como una forma de vida. No descuidando ninguna oportunidad al momento de actuar, de ofrecer orientación o de brindar servicio a la sociedad.

Hacerlo tanto con la prédica como con el ejemplo. Especialmente ahora cuando cada vez más se desvirtúan los conceptos y se confunden los medios con los fines.

Tratar de actuar de forma que cualquier servicio a la comunidad o donde se desempeñe cada quien, se manifieste como servicio al bien común. Como un signo y una manifestación particularmente eficaz del amor al prójimo.

Porque la acción o participación de cualquier índole, las cotidianas, comerciales, industriales, en la calle, centros de trabajo, las que tienen que ver con el Estado y la política, también revisten un valor especial. Porque quienes confían en la promesa de Jesús, deben comprometerse aquí en la tierra a merecerlo.

Su vocación y su acción no pueden ser por pura complacencia estética y ocasional en la contemplación divina de su orden admirable, sino una llamada obligatoria a una acción constante, austera y dirigida en todos los sentidos hacia todos los aspectos de la vida.

Precisamente por eso, los que de alguna manera ocupamos u ocupan responsabilidades en diferentes áreas, públicas o privadas, no deben desatender un deber o lo que podría ser considerado como una llamada de Dios. No negarse a asumir el papel que la providencia en un momento determinado y por diferentes vías le confía o le señala el camino

Un gran pensador del siglo pasado dijo: “Peor aún que el aislamiento y la abstención, cuando esta es efecto de una indiferencia indolente y pasiva; mucho peor que el mal humor, el despecho y el abatimiento, sería la despreocupación ante la ruina en la que estarían a punto de caer sus propios hermanos y su propio pueblo.

En vano trataría de camuflarse bajo la máscara de la neutralidad; no hay tal neutralidad, se trata, quiérase o no, de complicidad”.

Otro pensador cristiano expresó: “La comunidad cristiana afronta hoy una tarea enorme, dar un acento humano y cristiano a la civilización moderna. Acento que esta civilización reclama y casi implora, para el bien de su desarrollo y de su existencia misma”

De todas maneras, no se trata de hacer de cada cristiano un especialista en la participación gubernamental, experto empresarial, deportista, candidato a diputado, alcalde, senador, comerciante, banquero o religioso. Esta exigencia de formación y de acción obliga y se condiciona más o menos según la posición y las posibilidades de cada ser humano.

La vocación propia dentro de la vocación común a todos los hombres, se expresa a través de su situación personal y de los talentos recibidos o adquiridos.

Pero es preciso que cada quien, en el puesto que le toque desempeñar, juegue su rol o su papel propio. Y para el cristiano más ducho o experimentado, siempre será posible realizar una acción ayudando a su prójimo, a sus hermanos, a tomar conciencia de lo que él mismo ha podido descubrir.

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