Más sobre China y Haití

Más sobre China y Haití

MARÍA ELENA MUÑOZ
Vimos en las entregas anteriores cómo la inusual e inquietante presencia China en Haití ha generado determinadas reacciones, tanto en el ámbito interno como externo de nuestro país. Entre las primeras vimos los efectos que la misma está teniendo en el marco de las relaciones de intercambio comercial con el país vecino, y luego las derivaciones que podría tener en el político y geopolítico, analizadas desde la perspectiva histórica.

Partiendo de tales premisas, en este último trabajo, incursionaremos en otros ramales que este asunto podría plantear en un futuro inmediato, con el fin de que se tomen medidas que incidan positivamente en las mismas, para beneficio de las partes involucradas.

En el primer caso, debe mover a nuestras altas instancias diplomáticas a negociar entre otros, algún acuerdo de entendimiento con China en el ámbito comercial de donde emanan nuestros nexos con ese país, si es que el asunto no incita a otros niveles de intercambio. Luego hay que impulsar los trabajos de la Comisión Mixta Domínico-Haitiana, antiguo mecanismo de comunicación y reflexión insular, al presente instalada y reactivada institucionalmente por un Decreto del presidente Fernández.

Entre otras opciones, este dispositivo bilateral podría considerar la revisión y actualización al compás de los nuevos tiempos, del Acuerdo Comercial, firmado en 1979 por ambos países, en el marco del Tratado Básico de Cooperación que incluía otros textos jurídicos similares de importancia bi-nacional. Pero como dicho Acuerdo nunca fue ratificado por el Gobierno haitiano-lo recuerdo porque quien suscribe dirigía a la época las negociaciones del mismo en mi calidad de presidente de dicha Comisión – esta situación nos brinda el pretexto de ser retomado.

También porque las razones que lo motivaron entonces, aún siguen vigentes, como es el de la formalización del intercambio comercial bilateral, en estos momentos trastornado por las denunciadas turbulencias asiáticas citadas. No obstante, hay otras propuestas a tomar en cuenta en esta coyuntura, que además de entrar en el contexto anterior, está más en consonancia con los retos que impone la globalización, como es la sometida por el gremio de empresarios en el reportaje citado, relacionada con la negociación de un Tratado de Libre Comercio con Haití.

En cuanto a las expectativas geopolíticas inmediatas o mediatas, que puede traer la presencia comercial de China en Haití, enclavado en una de las zonas más estratégicas del continente, una de ellas podría ser la ampliación de la misma a enormes inversiones sustentadoras del desplazamiento creciente de las influencias políticas que las potencias tradicionales han tenido allí -ya lo hicieron en Africa – en función de la aplicación de las políticas de apertura que el gigante asiático ha implementado allí, desde los años 80 del siglo XX. Influencia que al arraigarse ya incide en otros ámbitos como el diplomático, -ya lo vimos en una entrega anterior- cuando Costa Rica le arrebató el triunfo a RD en sus aspiraciones de un puesto en la ONU.

Obviamente, tales inversiones contribuirían potencialmente al desarrollo haitiano, sumido en una situación de extrema pobreza, porque las mismas podrían propiciar el establecimiento de fuentes de trabajo, situación que por si sola incidiría positivamente en las relaciones bilaterales de RD y Haití. Entre otros aspectos, porque tendería a aminorar la emigración de nacionales haitianos hacia el este, origen de la mayoría de los conflictos insulares de los últimos tiempos, ya que la misma se produce en términos inmediatos, por el desempleo y por otras razones de sobre vivencia.

Pero el incremento de tales inversiones podría traer también una situación perturbadora como la expuesta más arriba. Porque esa presencia inaugural de China allí podría, en un ataque de celos imperialistas, atraer la mirada de las antiguas metrópolis coloniales y neo-coloniales como Francia y EUA, las que, sin embargo, siendo las responsables históricamente de la profunda miseria de ese país, lo han abandonado secularmente a su indigna suerte.

Si esa atracción repentina por Haití en del marco de la coyuntura analizada se produce en términos de bienestar y progreso para el pueblo haitiano, bienvenida sea. A ese objetivo hemos dedicado gran parte de nuestra preocupación intelectual y hasta podría contar con el apoyo de nuestro país, por la lógica que sustentamos de que a quien más le conviene el desarrollo del vecino es el dominicano. Pero si ese viraje se produce en función de antiguas o renovadas pretensiones hegemónicas, contra cualquiera de los dos países que conforman la isla, o a ésta en su totalidad, creemos que el remedio sería peor que la enfermedad.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas