Más sobre Dios y los teóricos de la vieja imprenta

Más sobre Dios y los teóricos de la vieja imprenta

Si bien Dionisio, el esquelético y añoso tipógrafo de la imprenta de mi padre, tenía una clara idea de las razones para la existencia del Creador y le atribuía una conexión humana que movía a risa a muchos compañeros (Dios en chancletas, en su mecedora luego de comerse un buen plato de sancocho de gallina vieja “que le gustaba mucho”), entre los compañeros comentaristas de todo lo divino (tratar de lo humano era muy peligroso durante la Era de Trujillo),  había allí curiosos personajes.

Pedro Julio Colón, siempre amargado, insultaba a Dios y una mañana, cuando llegábamos papá y yo al taller, el tipógrafo, sin enterarse, vociferó: “Le vendo el alma al diablo por un tabaco!”. Mi padre, que lo oyó, se le puso al frente y le  dijo: “Eso no se dice en mi taller, váyase inmediatamente de aquí… a casa del Diablo… yo no tolero esas expresiones. ¡Váyase al carajo!

 Y lo botó.

Los demás empleados consideraron excesiva la medida, aun sabiendo que allí estaba prohibido maldecir, aunque se permitía el uso de malaspalabras y términos vulgares, de los cuales mi padre tenía un fenomenal repertorio. Sin embargo no aceptaba las maldiciones porque “generan una negatividad maligna”.

Como siempre sucede, había un obrero distinto, de apellido Ángeles –nunca supe su nombre. Fue quien, al verme con  un ejemplar de “Doc Savage, el hombre de bronce” y otro de “Bill Barnes” –que me encantaba por los aviones del diseño de las portadas– me recomendó leer “La gloria de don Ramiro” de Enrique Larreta, “La casa de la Troya”  de Pérez Lugín y “Escenas de vida bohemia”, de Murger, de donde sale el libreto de la famosa ópera “Bohème” de Giácomo Puccini.

Realmente tres obras atractivas y valiosas.

Pero Ángeles tenía mucho más, aunque no lo citara. Un día le escuché mencionar a  un tocayo: Ángelo Silesio (Angelus Silesius)  nombre que adoptó el alemán Johann Scheffler, de padres protestantes, cuando se convirtió al catolicismo en 1653.

Silesio no consideraba a Dios como una creación humana, sino tan dependiente del hombre como el hombre es dependiente de Dios. Sin embargo, ello no significa necesariamente que Ángelo Silesio conciba a Dios como producto de la imaginación humana, pues el no poder vivir Él sin el hombre es la manifestación de un modo de sentir a Dios como indisolublemente ligado a la condición humana.

Silesio nos dejó un famoso dístico en alemán, que José Ferrater Mora traduce así: «Sé que sin mí ni un solo instante puede Dios vivir./ Que si perezco yo, también Él debe morir”.

Me pregunto, ¿qué hacía un hombre de tal cultura y profundidad de pensamiento, laborando como obrero en una imprenta?

Indudablemente, si se nos pide fe y se nos asegura que esta puede lograr prodigios, es porque es real la interacción entre el humano y su creador.

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