Más sobre el cerebro de mi nieta

Más sobre el cerebro de mi nieta

JOSÉ SILIÉ RUIZ
En el “conversatorio” del domingo pasado hablamos de la evolución cerebral en los primeros años de vida, es a la edad de dos años y algo, como mi  nieta Nicole Marie,  la edad en la que se establece el “sentido de identidad”, que guarda estrecha relación con el desarrollo del lenguaje, por ello habla ya correctamente y es muy común verla en largos conversatorios con sus muñecas dándole órdenes, acurrucándolas, en ocasiones de sus “elocuencias” debo auxiliarme de su nana para que me traduzca lo que la locuaz damita de mis afectos me quiere decir.

La más importante ayuda lingüística es el nombre de la niña. Oye a cada momento que Nicole es bella, dónde está la carita de Nicole, Nicole deja eso. Al oír su nombre repetidamente, la niña se ve a sí  misma como punto de referencia distinto de las demás cosas. El nombre adquiere significancia para la edad de los dos años de la vida. Con ello, aparece el darse cuenta de su situación de ser separada en el grupo social, hallando su propia identidad.

El desarrollo cerebral a esta tierna edad todavía no permite conocer los pronombres y muchas veces los intercambian y habla en terceras personas y se relaciona con la dificultad que todavía existe a esa edad sobre la identificación propia. Esto así  por la no maduración cerebral de las áreas de integración que son las áreas asociativas del cerebro. Sigue siendo la percepción del lenguaje uno de los aspectos más interesantes en la maduración cerebral. La palabra hablada no solo se trasmite verbalmente sino gestualmente, y además, los movimientos de los labios proporcionan por igual valiosa información.

Todavía a esta edad se ensucia y se orina y puede no darse cuenta, aunque ya empieza a tener dominio de sus esfínteres. Las emociones, por ejemplo, no siempre son propiamente suyas, en ocasiones son simples imitaciones. Es notorio, la madre acaba se regresar de un viaje a Miami y era evidente como se reforzaba su sentido de identidad al contemplar satisfecha sus zapatos nuevos o los juguetes nuevos. Es por igual notario a esa edad la manipulación y tratar de gobernar.

Otro aspecto de importancia a esta edad es el llamado “impulso exploratorio”, que guarda relación con una marcada tendencia a manipular y en ese orden la curiosa Nicole lo revuelve todo en la casa en búsqueda de satisfacer ese impulso. En mi caso, mi cuarto de música era un lugar “sagrado”, no le permití a mis hijos que lo violaran, pero hoy en ocasiones me voy a sentar a leer la prensa matutina en mi sillón y algo me pita y dice “vamos a jugar” y es que he pisado una de las muñecas de la nieta,  pero lo peor es que como “abuelo zato” me río de gozo.

A esa edad su cerebro se caracteriza por el “negativismo”, es en verdad una conducta de oposición, no comer, no vestirse, no bañarse y se necesita de mucha dulzura y comprensión para sobrellevarlos y es común el hábito de decir no, cuando es sí. Es esta la edad de formación cerebral que mayor preponderancia adquiere la estima de sí misma, y es cuando más se enraíza el individualismo y para algunos investigadores es en esta etapa donde se inicia esa característica del  humano “egoísmo”  que nos identifica. Sólo quiere a “una” persona a la vez para “anoñarse”, generalmente es la abuela.

En la edad en que está mi nieta ya son muchas las influencias: maduración, entorno, el juego, educación, los conceptos verbales, su nombre propio, el buen ejemplo, las frustraciones producidas en ese proceso de exploración y “manetuosidad” del entorno. Pero lo importante es que en este período es que empieza a sentirse autónoma, aún con todo el amor del mundo y la paternidad “irresponsable” de los abuelos; por ello, debemos ir imponiendo con “enérgica” ternura las reglas del “orden y de la educación” para bien de Nicole Marie y de cada “nieto(a) bello” que lo tiene cada abuelo(a) del mundo.

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