Más sobre el conformismo social

Más sobre el conformismo social

AMPARO CHANTADA
¿Ser intelectual en nuestro país? Qué pregunta más evidente, al observar el comportamiento de algunos de ellos, filólogos, suelen establecer soliloquios, retóricos y estilo empollado, narcisista al extremo, escriben para ellos mismos, hay los endiosados, anhelan el Poder, las reverencias y los honores, otros se aislan, como Américo Lugo, trabajan en la soledad como si ser intelectual obligara a la exposición impúdica o al aislamiento.

Hoy más que nunca, sin dictadura, el tipo de sociedad que se edificó sanciona socialmente el individuo crítico. Ejercer el juicio crítico y la facultad de pensar son considerados signos de inadaptación al medio. Se corre el riesgo de ser identificado como un enemigo o un anti-social y, por ende, ser acusado de alterar el sistema y condenado al ostracismo. Y para legitimar el aislamiento o la franca represión, se exhibe siempre el «librito de los valores, de la ética y de la moral» como lo hicieron Hitler y Pétain.

El control social sobre el disidente es fundamental en el pensamiento sistémico, como lo describe Marcos Roitman: «Los principios del sistema se fundamentan en el auto-control o la auto-censura. Las formas tradicionales donde la locura social era aducida por el poder para encarcelar y doblegar la voluntad, se recrea, hoy en día, por la vía de los argumentos provenientes de la psicología conductista. Controlar la diferencia pasa a ser una responsabilidad compartida por todos los miembros del sistema y de un sistema». Los disidentes se separan, se apartan, se condenan, se les montan «juicios» como en la era soviética, cuando la irracionalidad y la lógica del Poder se imponían y era imposible convencer de la injusticia. Hoy esa práctica se perpetúa porque no era soviética, era del Poder, la represión fabrica expediente, finge la ofuscación y apela a la respetabilidad mientras se obvia el debate sobre el contenido de la disidencia.

El origen de este pensamiento lo sitúa Roitman en los ochenta «al confluir dos corrientes de pensamiento antes antagónicas: ex anti-capitalistas y pos-capitalistas. Nuestros modelos políticos se fundamentan en la construcción de una ciudadanía desligada del ejercicio pleno de la participación en los procesos de toma de decisiones colectivas». La política se restringe a «una actividad profesional tendiente a garantizar la gobernabilidad y el funcionamiento de las instituciones y los partidos políticos «pasan a ser un objeto más de consumo en el mercado, los políticos se transforman en “cazadores de movimientos sociales y creadores de organizaciones no gubernamentales». Según él, la política «pierde todo su contenido transformador en tanto acción social por eso es fundamental el «lenguaje políticamente correcto, cuyo reconocimiento no afecta las relaciones sociales de explotación, exclusión y dominio del capitalismo». Nuestro Presidente acaba de referirse a competencias especiales que se requiere para ejercer el Poder, no recuerda a Ronald Reagan.

El sistema educativo tiene su responsabilidad en la conformación del pensamiento sistémico y el papel de los medios también es importante: estamos en el reino de los «todólogos» porque el que recibe el mensaje debe ser un «receptor de información» para el consumo inmediato.

En conclusión, dice Roitman, «el pragmatismo, la socio-biología, el individualismo metodológico, la teoría de sistemas, el conductismo, la teoría de la acción comunicativa, la pragmática lingüística, amén de las teorías de la calidad de la democracia elitista y de la gobernabilidad se unen para levantar el edificio de un comportamiento complejo como el social conformista».

Pero la salida no es imposible. Se trata de crear espacios de poder y participación emergentes, que faciliten «la construcción de sujetos políticos alternativos». Se debe propiciar la crítica, la disidencia, la irreverencia, si esas son las medicinas al estado de «pasividad y de anestesia» en que ésta, nuestra sociedad, contra todas las Academias y las Españas Bobas. Por eso, les invito a leer el libro de Marcos Roitman «El pensamiento sistémico: los orígenes del social conformismo». Ediciones Siglo XXI – México. Refrescante y desmitificador.

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