Más sobre el miedo

Más sobre el miedo

CESAR PEREZ
El miedo es una reacción instintiva del ser humano ante el peligro, ante lo desconocido y podría decirse que es su más inmediata, incontrolable y primitiva de sus reacciones, tanto en la esfera individual como en la social y, por tal razón, éste no puede vencerse en el mero plano de la racionalidad del discurso, sino con acciones que apelan a los sentimientos y tradiciones que cimientan las identidades.

Existe una relación entre el miedo y la esperanza. El miedo al fin de los tiempos, a lo nuevo, al extranjero percibido como el “otro”, lo malo, se nutre de la esperanza de un mundo seguro, sin crisis, sin enemigos malos (nacionales o extranjeros). Quien se somete a la voluntad del orden que promete la autoridad política o religiosa y acepta la verdad simple de que quien no está conmigo está contra de mí será recompensado con la esperanza de la seguridad aquí y más allá. No obstante, es precisamente en la relación insalvable entre el miedo y la esperanza donde radica la posibilidad de vencer ese ominoso recurso político. La esperanza no solamente es una flor que no da fruto, como dice el cantautor italiano Sergio Endrigo, sino que dura poco. La oferta de la esperanza de un mundo mejor basada sólo con retórica y recurriendo a fantasmas para sustentarla es de difícil permanencia en el tiempo, porque hay que hacer referencia a los elementos concretos que tipifican al objeto del miedo.

Esta circunstancia constituye un grave problema para quienes usan el miedo como arma de dominio, porque lo sindicado como el mal, el malo, el “otro” tiene y vive su propia realidad, su propia identidad.  Una colectividad social y/o política forma su identidad alrededor de su práctica, de sus creencias y valores, las cuales se mantienen como memorias a las cuales han de recurrir ante cualquier situación que amenace su existencia.

Toda colectividad política o social, al igual que los singulares individuos, concientemente o por instinto tienden a conservar esa memoria para conservar sus identidades, y al presentarse esa circunstancia se produce la posibilidad de vencer el miedo, el miedo que paraliza. Las direcciones de las colectividades políticas tienen que aprovechar ese momento apelando a sus valores, a sus luchas que son la solera donde descansan sus identidades, eso fue lo que hizo el PSOE en las recién pasada campaña electoral para vencer al PP y a los fantasmas que este azuzó.

Afortunadamente, ningún individuo ni mucho menos ninguna colectividad se siente cómodo renunciado a su identidad. Cuando las fuerzas sociales de una dada sociedad se muestran incapaces de recurrir a sus memorias e identidad para luchar por el cambio y contra el inmovilismo del conservadurismo político, surgen las fuerzas alternativas que recogen los sedimentos de las luchas pasadas y el sentimiento de repulsa al actual estado de cosas, creándose las condiciones para el cambio social.

Esta es la dinámica de la Historia, aunque es bueno recordar que la Historia no es lineal ni tiene un ineluctable camino que recorrer, tiene sus avances y sus retrocesos. Si queremos que avance, en nuestro caso particular como sociedad, tendremos que enfrentar a los sectores políticos y sociales que intentan mantenernos paralizados por el miedo con acciones colectivas en todos los escenarios privilegiando, repito, el que dio origen a la democracia: la calle.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas