Más sobre el peligro de
los plomeros líquidos

<P>Más sobre el peligro de<BR>los plomeros líquidos</P>

MANUEL DE JS. TRONCOSO B.
La lejía irrita el esófago instantáneamente al grado máximo, lo que es seguido de cambios de necrosis (destrucción celular), potencial perforación y por último estenosis (estrechamiento). La irritación y cambios de necrosis en mayor o menor grado ocurren siempre; la perforación es poco frecuente.

La estenosis es muy frecuente y deja el esófago deteriorado de manera permanente. Esto ocurre varias semanas después. La situación se denomina “esofagitis cáustica” o “esofagitis corrosiva”, siendo comparable con una quemadura severa, pero adentro del cuerpo.

Cuando la estenosis es en un solo segmento y es corta, el manejo es relativamente menos difícil a base de dilataciones, aunque no libre de complicaciones. Esta situación es la menos frecuente. Lo que es más frecuente es que se trate de más de un segmento de estenosis y de uno de estos sea de varios centímetros de longitud.

El tratamiento de ésta requiere de un prolongado y complejo protocolo de intervenciones quirúrgicas: de inicio colocando por la piel una sonda al estómago o al yeyuno con fines de mantener la nutrición y en la etapa final un implante de un segmento de intestino o del estómago para remplazar el esófago. Esto es cortar un pedazo de intestino o del estómago, subirlo al pecho y crear un tubo que haga la función del esófago quemado.

En nuestra sociedad, la esofagitis corrosiva constituye un problema serio. En mi práctica en el Hospital Infantil Robert Reid Cabral es la patología adquirida del aparato digestivo que con más frecuencia veo en los exámenes radiográficos que me corresponde interpretar. Conservadoramente cuatro casos cada semana. Mientras la literatura médica actualizada es unánime en señalar que la esofagitis corrosiva es ahora menos frecuente que en el pasado, entre nosotros ese no es el caso. Considero la alta incidencia penosa y preocupante.

Escribo estas líneas como un deber de conciencia, alentado por personas que me lo han pedido, ya que por la posición que ocupo soy la persona con más exposición a esta situación: la mayoría de estos niños son referidos al Robert Reid y soy el que interpreta los exámenes solicitados por diferentes médicos y desde diferentes áreas de la institución.

Entonces, ¿qué se puede hacer al respecto? En mi opinión, ante todo, educar la población acerca del problema. Una de las ideas que me pasan por la mente es que la Secretaría de Salud Pública disponga como obligatorio la colocación de advertencias mediante cartelones en el área de venta de estos productos, que expliquen los riesgos que conllevan el uso de los mismos, cómo proceder en el caso de un accidente y recomendar que luego de usarlo no se guarden restos, sino que lo que sobre se elimine, indicando cómo hacer esto último.

Varias otras ideas de cómo hacer una campaña tienen que ser consideradas, pero eso se lo dejo a los profesionales en la materia.

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