Más sobre  ética periodística

Más sobre  ética periodística

Es lamentable, pero el periodismo de opinión, a veces, no suele ayudar a entender lo que sucede sino a desconcertarnos o aturdirnos, añadiendo reprimendas, interjecciones o irritaciones a los temas de actualidad. El periodismo, sobre todo en diarios impresos y noticiarios, por lo general tiene que ser rápido y breve. Y es arduo exponer en 30 líneas, o en menos de 15 minutos, una idea compleja como las que se requiere para ubicar a un acontecimiento en su contexto, además de interpretarlo y trazar sus posibles escenarios.

Al prescindir de la exposición de hechos en la que forzosamente se apoya cualquier argumentación y limitarse a ofrecer una sentencia, por añadidura casi siempre terminante, hay periodistas de opinión que tienden a convertirse en pontífices: las cosas son así porque lo digo yo. El empleo excesivo de la primera persona del singular tiende a reforzar ese principio de autoridad.

 El opinador público cuenta con franquicia para dispensar absoluciones e imputaciones gracias al privilegio de expresarse en los medios; y muchas veces cuando el comunicador se desespera, le da un tono personal a su comentario, muestra pasión cuando emite una opinión.

El papel social del periodista exige el que la profesión mantenga un alto nivel de integridad. Esto incluye el derecho del periodista a abstenerse de trabajar en contra de sus convicciones o de revelar sus fuentes de información, y también el derecho de participar en la toma de decisiones en los medios de comunicación en que esté empleado. Ahora, el respeto del derecho de las personas a la vida privada y a la dignidad humana, en conformidad con las disposiciones del derecho internacional y nacional que conciernen a la protección de los derechos y a la reputación del otro, así como las leyes sobre la difamación, la calumnia, la injuria y la insinuación maliciosa, hacen parte integrante de las normas profesionales del periodista.

Yo entiendo que es preciso que siempre tengamos en cuenta que el crítico debe ser muy exigente consigo mismo en cuanto a su ética profesional. No puede dejarse influir por debilidades personales a la hora de realizar su interpretación y juicio sobre la obra artística, ni por exceso ni por defecto. Su actitud debe partir de la ecuanimidad y el respeto a aquello que juzga, aunque exprese las carencias y defectos que bajo su criterio presenta. Debe ser positivo, resaltando las cualidades de lo que juzga en primer lugar y después referirse a las penurias y las valoraciones negativas, y además ha de fundamentar y probar aquello que afirma, sin caer en el dogmatismo ni en la opinión totalitaria. En cada tema tratado, resulta imprescindible una gran especialización del periodista en la temática que trata.

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