Más sobre jefes y jefecitos

Más sobre jefes y jefecitos

Se abrió la contienda del 2012, y jefes y jefecitos anuncian sus candidaturas o aspiraciones. En silencio se mantiene el jefe indiscutible de los peledeístas. La pregunta del millón: ¿se reelegirá o no?

Unos dan por seguro su reelección porque la quieren, otros porque la detestan y no tienen paciencia para esperar que el tiempo encauce las aguas reeleccionistas. En uno y otro caso prima la teoría del “jefismo”. El jefe es necesario, o el jefe es perenne en la historia dominicana.

Evidencias históricas no faltan para comprobar la adicción al “jefismo”, o en otras palabras, al caudillismo.

En el siglo XX hubo dos grandes jefes: Trujillo y Balaguer. Y antes Horacio Vázquez, y antes otros más. Todos con justificaciones y justificadores.

Ahora revivimos el reeleccionismo en la versión balaguerista: ¿Va o no va? ¿Habla o no habla? ¿Con qué truco saldrá? ¿Qué maña le inspirará?

En un país donde la política es deporte, donde el dial televisivo y radial está repleto, donde los programas abundan y se repiten, y la Constitución cambia cada vez que conviene a un presidente, el tema de la reelección se hace obsesivo. No importa si la Constitución la prohíbe: ¿quién cree que se respetará en un asunto tan manoseado como la reelección.

Pero aceptar desde ya que Leonel Fernández se reelegirá es sucumbir a la propia propensión repetitiva de la historia dominicana.

Las jefaturas presidenciales deben tener límites constitucionales, no por capricho, no por conveniencias del momento, ni tampoco para engañar a la población.

Los límites son importantes porque la democracia necesita renovarse. Porque nadie, absolutamente nadie, debe encarnar ni el poder ni la sabiduría absoluta en un sistema democrático. Por eso existe la democracia, si no, tendríamos monarquías o dictaduras.

Las repeticiones presidenciales agotan, aún aquellas relativamente exitosas. Y cuando los proyectos políticos se agotan, surgen las alternativas más temibles. Se abre el campo para los dictadores o cuasi-dictadores que prometen el bien y clavan el mal.

La reelección no es mala en sí misma, lo he dicho en múltiples ocasiones. Pero hay que limitarla, y cuando se pone límites, en el formato constitucional que sea, debe respetarse para que el sistema político aprenda a funcionar bajo las reglas establecidas.

Leonel Fernández estará tentado a reelegirse; no hay dudas. Muchos seguidores le motivarán a hacerlo; tampoco hay dudas. Pero eso no significa que quienes deseamos la democracia para la República Dominicana no digamos (y repitamos) que ni al país, ni al PLD, ni al propio presidente Fernández le conviene la reelección. No conviene, independientemente de las capacidades y de la experiencia del Presidente.

En su condición de jefe indiscutible del PLD y aliados, dado que la oposición interna en el PLD está estreñida y la oposición del PRD es diarreica, el presidente Fernández tiene en sus manos una gran decisión sobre su destino político y el del país.

No sucumbiré aquí a la tentación de decir que inevitablemente el Presidente se reelegirá. La historia dominicana y las circunstancias actuales así lo pronostican; pero como defensora de la democracia, me resisto a aceptarlo.

Tres períodos son suficientes para una obra gubernamental, y la Constitución que el mismo Fernández promovió le permitirá otras postulaciones futuras.

En el 2012, el PLD debe llevar otro candidato presidencial, de manera que en ese partido y en el país se institucionalice mínimamente la alternancia y se pongan límites al jefismo que ha plagado la historia dominicana.

Ojalá que la embriaguez del poder no aturda al presidente Fernández y al Congreso peledeísta después del 16 de agosto.

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