Más sobre la Doctrina Monroe del siglo XXI

Más sobre la Doctrina Monroe del siglo XXI

A raíz de que El Salvador anunciara, la semana pasada, el inicio de relaciones diplomáticas con China y las rompiera con Taiwán, la embajadora estadounidense en el país centroamericano, Jean Elizabeth Nanes, dijo que “es preocupante por muchas razones(…) Sin duda, esto impactará nuestra relación con el gobierno”.
Además, el senador por la Florida, Marco Rubio, amenazó con bloquear las ayudas a El Salvador y acusó al país de estar “contra Estados Unidos en todo”. Recientemente, el gobierno estadounidense acusó a China y a Rusia de injerencia en América Latina y el Caribe, con lo que se confirman, una vez, las declaraciones del anterior secretario de Estado norteamericano, Rex Tillerson, y del actual, Mike Pompeo, sobre la vigencia de la Doctrina Monroe.
El 1 de febrero pasado, Tillerson afirmó que “alguna veces olvidamos la importancia de la Doctrina Monroe (…), y que es tan relevante como cuando se escribió”.
El portavoz del ministerio de Exteriores chino, Lu Kang, acusó antier al gobierno del presidente Donald Trump de intentar disuadir a otras naciones para que adopten medidas similares a las de El Salvador y otros países latinoamericanos, como la República Dominicana.
Aunque la doctrina Monroe, resumida en la consigna de “América para los americanos”, fue enarbolada por el presidente James Monroe el 2 de diciembre de 1823, es en el gobierno encabezado por Thomas Jefferson, cuando se ejecutan hechos concretos importantes de expansionismo estadounidense.
Jefferson inauguró en 1801 sus dos períodos presidenciales, que fueron seguidos por James Madison, considerado el padre de la Constitución norteamericana. Jefferson gobernó durante el lapso 1801-1809.
Pese a sus ribetes liberales, es Jefferson el mandatario norteamericano que realiza las primeras muestras de expansionismo hacia el exterior. En 1803 envió barcos al mar Mediterráneo a causa de conflictos con Trípoli, zona que fue bombardeada en 1804.
En abril de 1803, compró a Francia el territorio de Nueva Orleans, la desembocadura del Mississipi y la Luisiana por 15 millones de dólares, prestados por banqueros británicos.
En relación a la mencionada negociación hay un detalle importante: entre los que realizaron el convenio con los funcionarios de Napoleón Bonaparte figuraba James Monroe, a quien le correspondió el 2 de diciembre de 1823, siendo presidente de la República, enarbolar las que podrían ser las bases teóricas del expansionismo.
Para Willi Paul Adams la adquisición de Luisiana “cumplió uno de los fines principales de la política exterior americana. Ahora estaba abierto el camino hacia la colonización del Oeste al otro lado del Mississipi. Tanto los americanos como los franceses eran conscientes de la significación que tenía la transacción. Parece ser que Livingston dijo después de haber firmado el contrato de venta: ‘Desde este día los Estados Unidos se cuentan entre las grandes potencias’; y que Napoleón apuntó: ‘Ahora le he dado a Inglaterra un rival marítimo que tarde o temprano doblegará su orgullo, con ninguna”.
El mismo Jefferson explicaría en 1809, el último año de su mandato, las bases de la política exterior norteamericana en un tono que sitúan sus palabras en el antecedente inmediato de la Doctrina Monroe:
“Nuestra máxima primera y fundamental debiera ser la de jamás intervenir en las disputas de Europa, y la segunda, no consentir que Europa intervenga en los negocios atlánticos… Pero tenemos, desde luego, una cuestión que plantearnos: ¿anhelamos adquirir, para nuestra propia Confederación, una o más provincias españolas? Yo confieso, con toda sinceridad, que siempre consideré a Cuba como la adición más interesante que pudiera hacerse a nuestro sistema de estados. El control que con la Florida nos diera esta isla sobre el Golfo de México y los países del Istmo contiguos, así como las tierras cuyas aguas desembocan en el Golfo, asegurarían completamente nuestra seguridad colonial”.
El presidente norteamericano hacía sus afirmaciones sobre la política exterior de su país y le irritaban las inquietudes que ellas provocaban. Así, al expresar Francia su preocupación por los proyectos expansionistas estadounidenses desde la época de la independencia, Jefferson advertía a William Short, embajador en París, en carta del 28 de julio de 179, que “Cuando se expresen celos en relación con supuestas opiniones nuestras sobre el dominio del Caribe, usted no puede acercarse más a la verdad que afirmando que no las tenemos. De existir un principio más profundamente arraigado que los demás en la mente de los norteamericanos, éste es que no debemos tener nada que ver con conquistas”.

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