Más sobre la profesionalización docente

Más sobre la profesionalización docente

A finales de la década de los años 60, el Ministerio de Educación, junto a universidades, agencias de cooperación internacional, y con sectores interesados de la sociedad civil, puso en práctica un novedoso programa de capacitación y formación  docente para mejorar los conocimientos y habilidades pedagógicas de los maestros, directores y supervisores de escuelas  que no disponían de ellas, vale decir de casi todos.

Dicha actividad estuvo orientada en dos direcciones muy bien diferenciadas: una centrada en la gestión para directores y supervisores de escuelas; y, otra con énfasis en aspectos didácticos y curriculares para profesores de escuelas públicas y de colegios privados. Para ello, se adoptaron estrategias masivas y esquemas descentralizados. Gracias a esa y otras iniciativas, medio siglo después, hemos logrado una gran parte de lo que, en principios deseábamos: Más del 80% de los profesores en servicio posee un título universitario o de técnico profesional: y muchos de ellos han cursado estudios de postgrado en universidades dominicanas y extranjeras. La carrera docente, otrora un oficio mal pagado ejercido por bachilleres o por personas sin perspectivas de futuro, hoy figura entre las preferidas por el estudiantado universitario.

Pero, las críticas de parte de personas entendidas en la materia dirigidas a esos programas de formación y capacitación de docentes en servicio no cesan, todavía se hacen sentir. Unos señalan que los débiles resultados del desarrollo de la profesión docente en el país ponen de manifiesto la debilidad de los mismos; y, otros, yéndose muy lejos en sus cuestionamientos,  sostienen que dichos programas no tuvieron mayor impacto en el desempeño de los maestros en aulas, que los profesores participantes  continuaron con sus viejas prácticas. A pesar de esas críticas desalentadoras, el autor de estas líneas sostiene que esos y otros planes y programas de formación y capacitación  docente marcharon en la dirección correcta. Y, que gracias a esos esfuerzos, el país hoy cuenta, en número y en calidad, con mejores maestros que antes.

En tiempos en que la Universidad Autónoma de Santo Domingo no disponía de extensiones regionales, el autor de estas líneas participó en  programas de capacitación y formación docente impartiendo cátedra en la UASD  en horario corrido los sábados de 7 AM a 8 PM  a  maestros venidos  de la agreste y profunda Región Sur del país. Para cumplir con el horario establecido, esos consagrados  profesores debían salir de sus casas en Pedernales, Enriquillo, Barahona y Neiba a las 3 AM del sábado  para estar de vuelta a sus hogares pasada la media noche de ese mismo día. Imagínese usted amable lector la fuerza de voluntad y deseo de progresar que hay que tener para pasarse todos los fines de semana participando en programas de formación a cientos de kilómetros de distancia,  después de estar de lunes a viernes impartiendo clases en dos y hasta tres tandas de trabajo.

Como es de esperarse, la mayoría de los maestros participantes en los programas de capacitación y formación  de los años 60 ya se han marchado de este valle de lágrimas, o disfrutan de una mísera pensión cuyo monto apenas le alcanza para sobrevivir en un mundo de tantas penalidades.

 ¿Qué hacer para mejorar las condiciones de vida de miles de maestros jubilados? ¿Qué políticas habrá de emprenderse para mejorar los salarios y las condiciones de vida de los maestros en servicio en lo que atañe al mejoramiento de su salud, de su bienestar personal y de su valoración social?  El principal obstáculo que enfrentan  las políticas dirigidas a  atender las necesidades tanto de los maestros en servicio como de los jubilados lo representa el hecho de que seamos muchos. El Ministerio de Educación es la mayor fuente de empleo con que cuenta el país. La nómina de esa dependencia estatal sobrepasa el 20% del total. Un incremento de los  salarios que perciben los maestros de escuelas públicas por leve que fuese, una reducción de su trabajo lectivo, la implementación de un  sistema de incentivos que  les favorezca  conlleva costos importantes difíciles  de asumir.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas