Más sobre lo público y lo privado

Más sobre lo público y lo privado

JESÚS DE LA ROSA
Habíamos quedado en que no todas las escuelas, los liceos y los politécnicos públicos eran iguales a la escuela Estados Unidos de Norteamérica, a las escuelas experimentales anexas a las Universidades, a los liceos Unión Panamericana y Víctor Estrella Liz, y a los Politécnicos Loyola y Femenino de Cristo Rey. También, dimos por sentado que no todos los colegios privados eran iguales a los colegios Dominicano De La Salle, Santo Domingo, Santa Teresita, Calasanz, New Horizons, Saint George.

Señalábamos que los bachilleres egresados con buenas calificaciones de nuestros mejores liceos públicos están aptos para cursar estudios de grado en cualquier universidad; dan cuenta de ellos los logros alcanzados por los cientos de estudiantes dominicanos becados en el exterior, que cursaron sus estudios secundarios en esos establecimientos de enseñanza media.

Uno de los empresarios participantes en el recién celebrado Foro Empresarial por la Calidad de la Educación propuso que el titular de Educación fuera escogido por concurso de oposición, pasando por alto la condición de político de éste como miembro del Gabinete.

A propósito de esa ocurrencia, tenemos a bien resaltar que los gobiernos que se han sucedido en las últimas décadas han tenido el cuidado de escoger para dirigir la cartera de Educación a educadores participantes en la vida política.

Desde 1982 hasta la fecha, con la excepción de la doctora Milagros Ortiz Bosch, todos los titulares de esa dependencia estatal han sido educadores. Y todos, incluyendo a la misma Ortiz Bosch, se han desempeñado bien, y han estado a tono con las circunstancias al frente de una cartera tan difícil como ésa.

Entonces, ¿por qué al sistema dominicano de instrucción pública se le señalan tantas fallas? Porque éste ha sido en los últimos años el peor financiado de la América española. La inversión promedio en educación de los gobiernos de los países de este lado del mundo es de 4.25% del producto Bruto Interno (PBI). Desde principios de la década de los años 90 del siglo pasado hasta el año 2007 en curso, la República Dominicana ha venido invirtiendo en educación alrededor del 2% de su PBI; y, en ocasiones, hasta menos.

Como parte de un programa de ejecuciones, los formularios del Plan Decenal de Educación 1993-2003, escribimos el anteproyecto de nueva ley de Educación, el que después de saltar muchos obstáculos, se convirtió en proyecto, y luego derivó en la actual Ley General de Educación No. 66´ 97. En dicho edicto quedó consignado el porcentaje del Presupuesto Nacional o del PBI que debía año tras año ser invertido en educación. No se trataba de un capricho. Era, justamente, la inversión requerida para que aquí funcionara un sistema de instrucción pública de la misma calidad que los sistemas de los países de iguales o parecidos niveles de desarrollo. Lamentablemente, los gobiernos que se han sucedido no atendieron dicho requerimiento. Por ello, hoy nos vemos en la necesidad de funcionar con dos agendas: una de solución de problemas de orden cuantitativo; y otra la de procurar que aquí funcione un sistema de instrucción pública de calidad al alcance de todos y de todas.

No está de más señalar que el Plan Decenal de Educación, el ejecutado entre los años 1993 y 2003, ha sido el que más ha aportado al bienestar y desarrollo de la escuela dominicana, desde Hostos hasta la fecha. La disponibilidad de recursos humanos y la plataforma tecnológica de que disponemos hoy se debe a la puesta en práctica de dicho plan.

¿Es cierto como afirman algunos que la República Dominicana ha retrocedido en educación en los últimos años?

Los índices de calidad como cobertura, sobre-edad, repitencia, deserción, nivel de escolaridad de la población, porcentaje de analfabetos en la población de adultos que aparecen en las estadísticas oficiales expresan lo contrario. Todos los datos a los cuales hemos tenido acceso nos dan a entender que en materia de educación hemos avanzado en este último cuatrienio. Pero, es posible que otros países lo hayan hecho con mucho más celeridad, lo que podría entenderse como un retraso nuestro en términos comparativos.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas