Más sobre salidas de tropas extranjeras

Más sobre salidas de tropas extranjeras

 La denuncia militante y la solidaridad con la lucha nacionalista se intensificó. Melvin M. Knight en Los Americanos en Santo Domingo nos dice sobre el particular: “Una revista española publicó una acuarela de la bahía de Nueva York con la Estatua de la Libertad mirando hacia la prisión; Fabio Fiallo, el poeta patriota con el traje de los prisioneros a un lado, y a la izquierda Cayo Báez, cuyo pecho mostraba las cicatrices que dejaran las bayonetas candentes. El texto, que llenaba los espacios de la página, no dejaba sitio a la imaginación”. Cayo Báez, su tórax o pecho fue quemado por los invasores. Los nacionalistas con sus múltiples y hábiles movilizaciones crearon el ambiente irreversible para la búsqueda de alternativas que pusieran fin a la ocupación.

En relación al progreso de las protestas, Bruce 1. Calder en su libro El impacto de la intervención, enfatiza que la campaña de los nacionalistas: “… fueron especialmente exitosas en Estados Unidos en la primavera del año 1922”, acentuando un famoso discurso contra la ocupación del senador Willian E. Borah en Carnegie Hall.

El interventor decidió recurrir a los políticos y partidos tradicionales que estaban cruzados de brazos frente a la resistencia, quienes se prestaron a refrendar el mamotreto jurídico-político conocido como Hughes-Peynado que legalizaba todos los actos de la autoridad foránea, y admitía que intervinieran en los asuntos domésticos al corroborar la malhadada Convención de 1907. Peña Batlle al satirizar el supuesto patriotismo del suscribiente dominicano del Plan de evacuación, afirmó: “Aquello de que “Yo impuse el Plan a Washington … “no es sino una bella humorada. Impuse a Washington lo que Washington había propuesto!”. Se aceptaban todas las Órdenes Ejecutivas o leyes que dictaron los gobernadores norteamericanos, requisito invariable de parte del Secretario de Estado Hughes. Américo Lugo refirió sobre el tema: “Por cuanto las explicaciones dadas por los firmantes del Plan son inaceptables como cuando afirman “que han aceptado la validación de las Ordenes Ejecutivas porque Hughes no conviene en otra cosa” como si la voluntad de Hughes debiera ser obligatoriamente nuestra voluntad”.

Además de las implicaciones políticas de dominación, esta decisión refrendaba las deudas contraídas por los Gobernadores militares corruptos Snowden y Robinson,  admitidas como dominicanas, que luego con mucha alharaca fueron sufragadas con dinero estatal en la “Era de Trujillo”.

La deuda externa era amortizada con pagos regulares sin interrupciones a través de la infamante Convención de 1907, faltaba poco tiempo para su saldo. Francisco Henríquez y Carvajal, manifestaba en 1921 que la deuda: “… ya está solo reducida a ocho millones y que a seguir los pagos conforme los prescribe la Convención, dicha deuda quedará extinguida dentro de cuatro años, y treinta y tres años antes de la fecha acordada para su extinción”.

La deuda sería cubierta 33 años antes de lo previsto, pero de repente los señores gobernadores militares Snowden y Robinson, en base a dos empréstitos respaldados por Washington la incrementaron en demasía, lo hicieron ex profeso a “nombre de los dominicanos”, pese a que los Ayuntamientos y las Cámaras de Comercio del país rechazaron los préstamos para supuestamente construir carreteras y otras obras de interés público.

Américo Lugo al denunciar la barbaridad de reconocer este débito infame como dominicano a través del Plan Hughes-Peynado, apuntó para la historia: “Las deudas del gobierno militar de los Estados Unidos, las deudas extranjeras de 1918 y 1922 por valor de 15 millones de pesos, han sido, pues, reconocidas como deuda nacional dominicana de una plumada; hemos regalado a los Estados Unidos de América, los cuales abusando de su fuerza, cobraron y disiparon sin control ninguno ese valor, quince millones; y lo es peor, hemos legalizado un abuso, y sentado un precedente funestísimo para las futuras generaciones dominicanas …”. No sólo desde la órbita política sino ética el gobierno de los E.U.A. tenía que asumir esta deuda.

El 12 de julio, en acto protocolar se legalizaba esta monstruosidad contra el pueblo dominicano. Se aceptaba de modo oficial la tutoría dominante del invasor en las actividades cardinales del Estado. Ese día en realidad tomó posesión Horacio Vásquez, a la 1 p.m. fue arriada la bandera norteamericana en la Fortaleza Ozama e izada la dominicana, los soldados invasores terminaron de salir en septiembre. Lo pertinente era persistir en el reclamo de retirada pura y simple, el ilegal mandante exótico no tenía otra alternativa que finalmente acceder; sus lacayos de siempre aparecieron para salvarles el momento y legalizar otra injusticia contra los dominicanos que tiene como punto de ornamento la susodicha fecha, que nuestra clase dominante persiste en perpetuar en desmedro de otros momentos verdaderamente solemnes para el honor nacional.

El olvidado 11 de julio de 1865 fue la primera gran victoria de una colonia antillana contra la monarquía española, trazó el camino insurreccional que sería trillado en Lares y Yara. En cambio el 12 de julio de 1924 fue el acto de corroborar no sólo la ignominia de la ocupación, sino la persistencia de ese vasallaje imperial. De modo insólito se pretende declarar fiesta nacional ese momento insípido para el verdadero patriotismo. ¡Resquiescat in pace esa fecha infeliz no grata para las efemérides patrias dominicanas!

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