Más trazos de nuestro malestar histórico, de acuerdo a Byung-Chul Han

Más trazos de nuestro malestar histórico, de acuerdo a Byung-Chul Han

“La pérdida de la esfera pública deja un vacío en el que
se derraman intimidades y cosas privadas…
La esfera pública se convierte con ello en un lugar de exposición.

Se aleja cada vez más del espacio de la acción común.”

Byung-Chul Han

Carlos Marx

n el esfuerzo por rastrear características del malestar histórico de nuestra época, reseñé en entregas anteriores que Byung-Chul Han descubría la tipificación de tanto mal en la autoexplotación, fruto del cual deriva la agonía del eros y la muerte al mismo tiempo del otro y del pensamiento.

Nuevas evidencias a ese respecto quedan al descubierto en varios de los libros de ensayos publicados por el filósofo coreano de raigambre germánica entre 2012 y 2019, varios de los cuales reseño a vuelo de pluma a seguidas.

La sociedad de la transparencia (2012).[1] De acuerdo a Han, en el mundo contemporáneo los individuos están hartos de tantos enigmas y misterios. Cansados de dudas, confusiones y sospechas de difícil explicación, surge el propósito colectivo de que cada uno pase su tiempo entretenido con sosiego, disfrutando y realizando actividades que no alteren su estado normal e inercial de conciencia. Solo así consigue no ser molestado y que no se le compliquen sus obligaciones normales.

Mas, ¿cómo consigue esa especie de equivalencia o transparencia entre lo que hace, acontece, piensa y dice? La obtiene en la medida en que se requiera de cada quien (desandando así la tradición socrática del mundo occidental) renunciar a cualquier acto de reflexión que lo conduzca a hacer un alto en el tráfago cotidiano para estar no consigo mismo, sino alejado de cualquier deseo y a solas de todo ruido y barrunto (tal y como idealizaba el mundo oriental).

De tanta claridad resulta un alto grado de ceguera e ingenuidad colectiva. Cada miembro de cualquiera de las sociedades humanas contemporáneas es un sujeto de rendimiento que ilusoriamente acogido a sus opiniones y acciones cree haber podido robar y dominar los secretos de la naturaleza y de los dioses para conseguir mediante la ciencia y su aparataje de técnicas y tecnología una vida de mayor confort y libertad.

Y eso así, aun cuando en verdad su vida transcurre auto explotado -consumido en su inútil esfuerzo como el mítico Sísifo- y encadenado, cansado e indefenso en su vano sufrimiento -como Prometeo.

La expulsión de lo distinto (2016).[2] Aunque menos leída y citada, ésta es una obra fundamental para reconsiderar lo que se sabe de la tradicional dialéctica aristotélica del amo y el esclavo, luego de haber pasado por las manos de Schelling, Hegel, Marx, y llegando incluso a los a priori no tematizados de la responsabilidad y huellas del infinito que traslucen en el rostro hermenéutico del otro de Levinas.

El incisivo ensayo rechaza la sempiterna negatividad concebida como contrariedad -jamás como complementariedad- del otro en tanto que no-yo y, desde esa condición, enfrentada a la positividad que significa uno mismo.

Eso así, pues uno mismo es lo que existe de conformidad con la mejor tradición cartesiana del cogito ergo sum, y el resto no deja de ser lo rechazado porque no es, no piensa o no reconoce que sea percibido y pensado como sujeto.

¿Por qué esa relación siempre adversa y negativa ante lo que es o está de-más? Porque andamos envueltos en un narcisismo que viene de un individualismo mal entendido y también mal practicado.

Cuando lo otro y/o el otro irrumpen en esa esfera de positividad cuyo centro soy yo, los adverso y los niego, pues me desagradan y contrarían. A lo más, analiza Han, yo estaría dispuesto a compartir mi positividad con una comunidad donde todos seamos iguales.

Solo en ella nos sentiríamos protegidos y seguros, en la justa medida en que esa comunidad de iguales represente el correlato en plural de mi narcisismo e individualismo.

En dicha sociedad es en la que debiera demostrarse -de ser posible- que el amor es la solución. No el amor de pareja ni una relación instintiva y pasional, sino el que conlleva apertura hacia el otro e implica la capacidad de generar vínculos tal y como lo plantea Aristóteles cuando presenta como modelo ideal del ser occidental con logos, en vez del oriental serenado y sin apetencias.

En el enjambre. Prospectos digitales (2017).[3] El tema es apasionante, de novedosa actualidad. La tesis que Han esgrime a ese propósito es que la comunicación digital ni comunica ni construye el discurso político y ni siquiera favorece la acción política; más bien, conduce al consentimiento irreflexivo y a la manipulación.

Cierto, la comunicación digital y con ella las redes sociales se han apoderado de nuestras vidas cotidianas.

Por tal dominio, empero, son responsables de la desarticulación de la comunidad y de la desintegración del espacio público, ya que erosionan paulatinamente cualquier posibilidad de acción política constructiva más allá de lo que se repite de manera cacofónica e infundada en esas mismas redes repletas de memes o en la publicidad y propaganda partidaria o gubernamental.

Tal y como analiza Han, en la era analógica predigital, cuando se enviaba una carta enojada al editor, la agitación inmediata había pasado. Al contrario, por medio de la comunicación digital es propiciada y permitida una reacción instantánea e impulsiva, de parte de cualquiera a cualquiera, destinada a expresar y provocar consentimiento o indignación en el acto.

He ahí lo que él denomina «la tormenta de mierda» que representa el auténtico fenómeno de la comunicación digital. Los receptores de esas comunicaciones, amparados en emisores y en instrumentos de comunicación, se han convertido en un enjambre digital, verdadero aglomerado de individuos iguales e incapaces de formar y de reconocerse como un nosotros en general.

Por efecto del enjambre digital los mismos algoritmos se imponen a la inteligencia individual de cada sujeto y la democracia -donde quiera exista- permanece asediada por el Gran Inquisidor reemplazado impersonalmente por la Big Data.

La consecuencia de tal situación es un totalitarismo invisible. Existimos como un enjambre de individuos aislados, calculando pero no pensando debido al dataísmo carente de sentido y de orientación humana.

Al fin y al cabo, generamos una hipercomunicación que no comunica y, mientras anula el silencio y prescinde de la reflexión, nos aturde de tanto ruido e impide cuestionarnos respecto al orden establecido que deviene un ambiente cargado de más estática y sujeción.

Buen entretenimiento. Una deconstrucción de la pasión narrativa de Occidente (2017).[4] En esta obra Han examina la noción de entretenimiento: su ubicuidad contemporánea y su genealogía filosófica. El entretenimiento se presenta así como un nuevo paradigma, como un nuevo credo de existencia que por añadidura ha tenido connotaciones ineludiblemente negativas.

 A modo de eslabones de las ideas occidentales de entretenimiento, Han considera el escándalo que surgió de la primera representación de la Pasión según San Mateo de Bach.

También, la idea de Kant relativa a la moralidad como deber y el valor de entretenimiento de la literatura moralista; igualmente la idea heideggeriana del pensador como un hombre de dolor; la del artista del hambre de Kafka, el arte de la negatividad que se complace en la aniquilación o el rechazo de lo trascendente de Robert Rauschenberg.

 Para Han, la historia de Occidente es poco más que una pasión manifiesta en el fervor de narrarlo todo, solo que tanta emoción aparece como un fenómeno aguafiestas. Mientras el logro es el nuevo nombre de dicho arranque pasional, el juego y el sentido del sí mismo están subordinados al frenesí de la producción y del rendimiento [5].

A esa conclusión llega tras explorar la paradoja debido a la cual la pasión narrativa y el entretenimiento absurdo dejan de ser ajenos entre sí y devienen adyacentes e incluso correlativos.

 Al fin de cuentas, estamos inmersos en una civilización en la que predomina un eros agonizante y el poder no se descubre como amabilidad, en lo que el cansancio de toda una sociedad y una larga fila de individuos narcisistas son autoflagelados por las tantas exigencias que se auto imponen.

Todos ellos sin otro nexo entre sí que la positividad individual de cada uno abrumada de datos y desprovista de conexiones que los aproximen y aúnen con todos aquellos que le son desiguales. (Continuará)

[1] Byung-Chul Han: Transparenzgesellschaft. Matthes & Seitz, Berlin 2012. Edición en castellano: La sociedad de la transparencia. Barcelona, Herder Editorial, 2013.

[2] Byung-Chul Han: Die Austreibung des Anderen: Gesellschaft, Wahrnehmung und Kommunikation heute. S. Fischer, Berlin, 2016.

[3] Byung-Chul Han: Im Schwarm. Ansichten des Digitalen. Matthes & Seitz, Berlin 2013. Edición en castellano: En el enjambre. Barcelona, Herder Editorial, 2014.

[4] Byung-Chul Han: Gute Unterhaltung: Eine Dekonstruktion der abendländischen Passionsgeschichte. Matthes & Seitz, Berlin 2017.

[5] Ejemplo significativo de hasta dónde llega la situación advertida por Han es la del académico -estadounidense o no- que si no produce algo todos los años, preferiblemente citado y por eso no pocas veces “chocante” no avanza en la academia. Crítico ejemplo que no faltan quienes endilgan a Han debido a su trayectoria editorial.

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