Más vale creerlo…

Más vale creerlo…

Era jefe de redacción del periódico El Sol al momento del temblor de tierra de 1971. Llegué al periódico y ordené que se desplazaran al barrio Honduras cuyos edificios multifamiliares, primer proyecto grande de viviendas después de Trujillo, fueron construidos por la firma Hernández  (Rafael Tomás) y Mondesí (José Miguel).

Aquella mañana recordé uno de mis encuentros casuales con el ingeniero Mondesí y su esposa Venus Morales.

Era 1968 ó 69. Le hago una de esas preguntas que más bien son comentario: Mondesí ¿y esas casitas de Honduras resistirán un terremoto? Me aseguró que sí.

Aquella mañana de 1971 (creo que un periodista amigo se arrojó desde el balcón del segundo piso por desconfianza en la estructura del apartamento) el barrio Honduras no sufrió daños por el terremoto aunque, entre otros edificios como el de la Biblioteca Nacional sufrió una que otra pequeña rajadura, pero ese no lo construyeron Hernández y Mondesí.

Desde entonces se ha construido una increíble cantidad de edificios multipisos que pasan de los 10 niveles.

Décadas atrás se hablaba de la necesidad de que Santo Domingo creciera verticalmente a fin de hacer más fácil la prestación de cualquier servicio (agua, luz, teléfonos, transporte, educación, recreación).

Todo es bueno y todo es malo.

La corrupción se ha manifestado siempre en la industria de la construcción al extremo de que un “constructor” de la década de los 40 y 50 colocaba las varillas hasta que luego de que pasaran  los inspectores de Obras Públicas y el Ayuntamiento, sacaba las varillas y colocaba los bloques sin el debido sostén.

Eso era sabido por todos en ese tiempo.

Esa actitud ha sido acompañada de mala calidad de los agregados (gravilla, arena) cantidades inadecuadas de acero para conformar las columnas y vigas que soportan la edificación y ninguna supervisión de la autoridad que, a cambio de cualquier co$a pone en peligro vidas hasta que colapse el edificio.La permisividad (para no llamarlo por su nombre: vagabundería) es tal, que no se respetan los linderos de los solares, el ancho de los pasillos, el alto de la contrahuella, la anchura de las escaleras. Las escaleras contra incendios, si existen, son ocupadas por basura y macetas de flores.

 No hay extinguidores o están descargados y los ascensores fueron revisados por la autoridad antes del último viaje de Colón.

Aún así, el Colegio de Ingenieros dice que el 70 por ciento de las edificaciones resiste un terremoto.

Mamá decía: más vale creerlo que averiguarlo.

¿A quién le vamos a cobrar los muertos y las pérdidas materiales cuando un terremoto derribe dos o tres torres?

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