Más vale tarde que nunca

Más vale tarde que nunca

Noel ha dejado a su paso luto, desesperanza y cuantiosas pérdidas  económicas.

En el contexto existencial, meramente humano, mucho de lo que ha pasado ya estaba escrito y lo habíamos cantaleteado por años,  más que con reiteración, con necedad irreverente.

Muchas familias, por tozudez o por carecer de medios, pero sobre todo porque diversos gobiernos se lo han permitido, han habitado de manera desafiante  en zonas que jamás han podido librarse del ímpetu de las riadas y las lluvias.

Una buena parte de los muertos, incluidos aquellos que por no haber sido hallados sus cadáveres se les denomina “desaparecidos”, eran habitantes de esas zonas de cuya peligrosidad hay constancia en estudios que los distintos gobierno han engavetado y olvidado.

La Barquita, La Ciénaga, La Cueva del Duey y  La Zurza son nombres con sello permanente de tragedia, pero la gente sigue habitándolos, o se les permite continuar habitándolos.

No son los únicos sitios con ese sello que acogen a numerosas familias.

Silvano Briseño, director de la Estrategia Internacional de Reducción de Desastres de la Organización de las Naciones Unidas, afirma que la tragedia provocada por Noel pudo haberse evitado con medidas que define como relativamente sencillas, que incluyen desalojos y adiestramiento de las familias para afrontar situaciones de riesgo. No dudamos que así sea.

II

Pues bien, la tragedia causada por Noel también nos ha traído una reacción oficial que, aún siendo tardía, nos lleva a pensar que marcharemos hacia una real prevención de desastres.

El Presidente Leonel Fernández ha declarado que el Gobierno impedirá la construcción de viviendas en los lugares vulnerables a desastres naturales.

Más que eso, anuncia que el Gobierno localiza terrenos del Consejo Estatal del Azúcar para nuevos proyectos de viviendas para evitar nuevas tragedias como la causada por la tormenta Noel.

La prohibición de la construcción de viviendas en zonas vulnerables debe ser tajante. Recordemos que en  la década del 70 el extinto líder Joaquín Balaguer, a la sazón Presidente de la República, desalojó La Ciénaga y mudó a sus habitantes hacia un complejo habitacional que erigió en Las Caobas.

Pocos años después La Ciénaga volvió a poblarse de potenciales damnificados porque el Gobierno de entonces no le dio seguimiento a sus propias medidas.

El desalojo y clausura de esas zonas es algo que ha debido hacerse desde hace mucho tiempo.

El Hoyo de Chulín, un sector en el que las inundaciones cobraron decenas de vidas humanas, fue convertido en Puerto Isabela y jamás las aguas volvieron a sembrar luto.

Se nos ocurre que esta fórmula de rescate  y la que se adoptó en la cañada de Guajimía podrían servir de modelo y de ser posible  adaptarlas a las características de otras  zonas vulnerables a la tragedia.

Siempre hemos dicho que la mejor vacuna contra la tragedia es la prevención. La declaración del Presidente induce a pensar que desde ya vamos a actuar de manera preventiva, como forma de evitar que más gente muera arrastrada por las aguas o sepultada por el lodo. Aunque es una reacción tardía, más vale tarde que nunca.

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