El diablo es más viejo que Salomón, Confucio, Tales, Diógenes, Empédocles y sus coetáneos. Aunque hay quienes creen que la rebeldía y el orgullo son inventos recientes, propios de los hombres libres, posteriores al Renacimiento y las revoluciones francesa y burguesa. No reparando en que las aberraciones de la ciencia y la tecnología actuales, son el resultado de la necesidad y el afán de control de la naturaleza y de las tribus vecinas, porque el hombre decidió hacerlo a espalda de Dios.
El Plan de Dios nunca fue que nos aburriésemos, ni que fuésemos sumisas y serviles. Dios siempre nos ha querido como sus socios, sus semejantes, a quienes entrega el derecho absoluto y sin interferencia, de dominar la tierra. Porque en nada interviene el mundo espiritual en la tierra sin consentimiento y colaboración nuestra.
Dios hizo la tierra como dominio del hombre para que la administrara y la prosperara, no que la destruyera: la creación gime a una (Romanos 8.22). Asimismo, creó el Señor las leyes agrarias, de distribución, cultivo y descanso de los suelos. Indicando qué cultivarse y qué dejarse a extranjeros y menesterosos.
La metáfora de Babel es un referente de soberbia y rebeldía. Del afán de dominio y grandeza, obstinado en construir imperios y portentos arquitectónicos, y una tecnología de Conquista del Espacio, que es siempre del espacio exterior al individuo, sin antes haberlo intentado con el espacio interior, el espiritual.
A esto se han atrevido tempranamente sabios y científicos de oriente y occidente, sin la guía espiritual de Yaveh. Y no han llegado más que a una tecnología de punta y de filo de la espada y la bala, de los martillos y las garras de las excavadoras mecánicas y los bulldozers.
Resultando la fatiga y destrucción del medioambiente, fastidiando a Dios, degradando al hombre a un mono egoísta y depredador, adorador de espejitos y chucherías, feligreses de los malls, catedrales del consumismo, la glotonería y el sibaritismo paganos.
Sin duda, el diablo diseñó temprano la estrategia de la pseudo evolución, del falso desarrollo; en lo cual, las filosofías pragmáticas, los valores sin Dios ni dogmas, que propulsaron Nietzsche, Emerson, Ingenieros y otros, hicieron su parte.
Simultáneamente, las religiosidades de la nueva era, son coronación filosófica y espiritual de un itinerario de sublevamiento y altanería de una humanidad que se canta y se alaba a sí misma, como si fuese la única razón de todas las cosas. De espalda a Dios, queriendo creer que somos más astutos y sabios que Sócrates, Maquiavelo y el propio diablo.