UBI RIVAS
Los cables noticiosos no avariciaron un ápice en relación a la masacre y/o barbarie cometida por la Fuerza Aérea y la Armada israelí, cuando el nueve del presente mes de junio realizaron un bombardeo conjunto en una playa concurrida de Gaza, matando a 15 palestinos y más de cuarenta heridos.

El alegato de las fuerzas de ocupación israelíes tanto en la Franja de Gaza como en Cisjordania, fue que desde esa playa de Beit Lahia, supuestamente se aprestan bombardeos contra territorio israelí, bastante distante del lugar.

De inmediato, Hamás, en el poder, luego de las elecciones de enero 25 ultimo en que ganó abrumadoramente, anunció que responderá selectivamente, por sorpresa, desde luego, en territorio israelí, en función de represalia.

Es, como se intuye desde hace muchísimo tiempo, la de nunca acabar, el toma y daca que es como una noria interminable sin solución de continuidad, y así la cosa como que no camina ni avanza hacia propósitos altos. ¿O camina así en beneficio de quién?.

Conforme a los Acuerdos de Oslo 1993, refrendados por Wye River del mismo año, se crea la Autoridad Nacional Palestina (ANP), crisálida del inexorable Estado Palestino, en los territorios de la Franja de Gaza y Cisjordania, acuerdos que el Estado de Israel no ha honrado, como lo ha hecho con todos los compromisos firmados inclusive por sus máximas autoridades, con la excepción de la histórica y traumática resolución 181 de la ONU de noviembre 29 de 1947 que dividió Palestina, entonces bajo mandato británico desde 1917, en dos estados, uno árabe o palestino y otro judío.

Los árabes, entendiendo que eran mayoría y no habían abandonado nunca el terruño, rechazaron la resolución, su más grave, costoso, sangriento y nefasto error. Los judíos, ansiosos, de un hogar nacional para poner fin a 1,178 años de diáspora (dispersión) aceptaron ipso facto.

Fue una dispersión que se inició en el año 70 e.c. cuando las legiones romanas de emperador Tito tomaron Jerusalén y destruyeron por segunda vez el templo de Salomón.

La primera vez que eso aconteció fue en el año 721 a.c., cuando el rey asirio Nabucodonosor conquistó Jerusalán y destruyó el templo, permaneciendo hasta el 538 a.c. cuando fue desplazado por Alejandro El Grande en ese mismo año hasta el 168 a.c.

El mismo día de ganar las elecciones en Gaza y Cisjordania, 25-01-06, Ismail Haniye, líder de Hamás, condicionó la paz con sus hermanos de padre, los israelíes, a que el Tzahal (Ejército israelí) se retire de los territorios ocupados que son el hogar nacional de los palestinos conforme a los citados acuerdos de Oslo y Wye River.

Ese mismo planteamiento lo externó en Moscú, donde acudió ante el presidente ruso Vladimir Putin, el jefe de la delegación palestina ante el Kremlin, Jaled Misal, y así revivir la mustia Hoja de Ruta, cosecha pródiga del presidente George Bush jr. Uno de sus escasos puntos luminosos de su trágica y ensombrecedora administración tanto para el mundo como para su país, porque ninguno de los dos les ha proporcionado paz, sosiego, consenso, cordura, sensatez.

No habrá paz nunca en Pelestina mientras el Tzahal no se retire de la ANP definitivamente y desmantele totalmente las ilegales colonias en esa área, ni tampoco mientras no impere el discurso preclaro del partido Laborista, de trocar tierras por paz, que le costó la vida al inolvidable líder Yitzak Rabin por el extremista judío Yigal Amir, el 04-11-95 con la innegable complicidad del Mosaad y el Shin Bet.

El 27-02-06 el Primer Ministro Palestino Ismail Haniyeh declaraba a la revista Newsweek y a The Washington Post: “Declararé que si cesara la ocupación en los territorios ocupados en 1967 (alusión a la Guerra de los Seis Días), incluyendo Jerusalén y si fuesen liberados ocho mil prisioneros palestinos, entonces será posible que Hamás aceptase un alto al fuego prolongado”.

Estados Unidos no ha obligado a su pupilo a deponer la ocupación ilegal ni lo ha conminado a poner fin a las masacres. La pelota está en su cancha.