RÍO DE JANEIRO, AFP.- Este año son las máscaras de los hombres políticos implicados en los escándalos de corrupción en Brasil, los artículos que están en boga para la temporada de carnaval.
No hice máscara de Mahomed, eso habría sido demasiado peligroso. Pero las máscaras de los principales acusados de corrupción se venden como pan caliente, declaró el martes a la AFP Armando Valles, propietario de la Condal, la principal fábrica semiartesanal de máscaras en Río.
Los principales tenores de la crisis política braileña no han sido dejados de lado, comenzando por el diputado bomba Roberto Jefferson, aquel por el cual se desató el escándalo en junio, cuando lanzó explosivas acusaciones contra el gobernante Partido de los Trabajadores (PT, izquierda), del presidente Luiz Inacio Lula da Silva.
Jefferson también acusó a dirigentes de la cúpula del PT de haber pagado sobornos mensualmente a diputados para obtener su apoyo en el Parlamento, y de crear una caja paralela para financiar campañas electorales.
Valles remarcó por otra parte que se venden muy bien también la máscara del agente publicitario Marcos Valerio con su cráneo rasurado, acusado de alimentar una contabilidad paralela del PT a cambio de contratos públicos con sus empresas, así como la del antiguo brazo derecho de Lula, el ex diputado y ex jefe de gabinete José Dirceu, forzado a dimitir tras las denuncias.
Este empresario, de origen catalán, estima que desde su llegada a Brasil en 1956 fabricó las máscaras de más de 60 políticos, brasileños o extranjeros
Desde hace cuatro años, las máscaras de personalidades conocidas (como el jeque-terrorista Osama Bin Laden, el presidente estadounidense George Bush, Lula en 2003, y el ex dictador iraquí Saddam Hussein en 2004, principalmente) se venden mejor que las del diablo, lobo o de duende, reconoció Valles.
Sin embargo, aseguró que este año la nueva versión cinematográfica de King Kong volvió a lanzar las ventas de la máscara del gorila.