El neologismo del título es para referirme al elevado número de feminicidios en nuestro país, comenzando por las declaraciones de una ciudadana residente en el sector del difunto Kiko la Quema, cuando afirmó que a partir de su asesinato ella compraría dos pistolas para dárselas a sus dos hijas para que se defendieran de posibles violaciones o atracos en su barrio porque ya Kiko no estaba para defenderlos de esas agresiones.
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En el 2013 escribí para HOY el artículo “Faldas en la Guardia”, proponiendo que en los institutos armados se reclutaran, educaran, entrenaran en artes marciales, defensa personal y manejo de armas de fuego, a las mujeres maltratadas o amenazadas, para que sus posibles agresores supieran que ellas podrían representar una pared con lecciones inolvidables y, cuidado, si algo más.
La ciudadana del barrio de Kiko coincidió indirectamente con mi idea de oponer las cifras de masculinicidios a las de feminicidios, ya que descenderían cuando los potenciales feminicidas entiendan que intentar agredir a una guardia o policía bien adiestrada, no es fácil, aunque su vestimenta familiar sea una falda.