Matando la derrota

Matando la derrota

El 10 de marzo de 1990, en el suplemento cultural “Coloquio” del periódico El Siglo, Bruno Rosario Candelier, su editor, me dio la libertad para organizar el suplemento dedicado a la mujer. En la página 7, con el artículo “Una muerte victoriosa” reproduje una carta de Rodolfo Walsh, del 29 de diciembre de 1976 donde denunciaba la muerte de su hija María Victoria, tres meses antes, en un combate de militantes Montoneros con las fuerzas del ejército.

El 25 de marzo del 2004, al leer los periódicos argentinos sobre la conmemoración del 28 aniversario del golpe de estado, de la condena a los siete años del genocidio sufrido a manos de las fuerzas militares, de los 30.000 desaparecidos, sobre el Museo de la Memoria que el presidente Kirchnner inauguró,encontré una carta de la nieta de Walsh.

El recuerdo de esa otra carta me estremeció, reviví aquella denuncia y creo que aquella chiquita rescatada entre los escombros de una casa bombardeada por el ejército, en Villa Luro, sentadita junto a su madre, que se había suicidado frente al pelotón, debe ser esta María Eva que le escribe al Almirante Masera, y que reproduzco a continuación: ¿Quién mató a mi abuelo?

“Han pasado varios años desde que usted y yo nos cruzamos en una audiencia judicial. Se amparó usted entonces en las infames leyes de Obediencia Debida y Punto Final. Hoy ya no puede hacerlo. Se lo dije entonces y se lo reitero ahora: sepa Massera que aunque pasen muchos años más, no dejaremos de buscar justicia. Sepa que no descansaremos hasta que esté definitivamente preso por todos y cada uno de sus crímenes. No crea jamás que el paso del tiempo irá en su favor. No olvide nunca las caras de sus víctimas porque son las nuestras. Mi abuelo, Rodolfo Walsh, decía que el verdadero cementerio es la memoria. Y es cierto. No tendrá tumba, pero tiene memoria. Y somos nosotros. En cada familiar y en cada amigo de un desaparecido sobrevive su historia y usted no pudo ni podrá nunca contra eso. Nosotros tenemos la memoria, usted sólo tiene el cementerio. Ha llegado a decir que estas muertes fueron sus mayores logros. Sepa entonces que usted será para el mundo exactamente eso. Un asesino. Un gigantesco asesino. Un genocida. Quédese con esos tristes méritos porque otra cosa no habrá para usted en la historia argentina.

Y por último, tenga la certeza absoluta de que falló. Que no lo logró. Que no sirvió. Pues los muertos que usted mató están hoy más vivos que nunca en cada lucha cotidiana del pueblo por sobrevivir en esta Argentina cruel e injusta que usted también nos legó. La miseria planificada ha rendido sus frutos y la riqueza se ha distribuido entre sus patrones. Sé perfectamente que ha sido usted sólo un empleado jerárquico del dinero. Pero ocurre que el poder económico siempre ha hecho eso, los usa como sicarios en la represión y luego los desconoce y los descarta. Sería hora de que se dieran cuenta de esto y lo pensaran dos veces antes de transformarse en mano de obra tan barata y desgraciada.

¿Quién mató a mi abuelo? ¿Dónde está su tumba? ¿Qué hizo con él? ¿Dónde esconde la obra inédita que le robó de su casa en San Vicente? Emilio Eduardo Massera: aún le quedan muchas preguntas por responder y muchas condenas por cumplir. Fui la primera nieta en ser aceptada como parte en una causa judicial. Acaso estarán mis hijos, los bisnietos, pidiendo justicia. Desde que tengo uso de razón sé que hay impunidad en la Argentina. La verdad, la justicia y la memoria llegarán algún día. Pero es en ese orden en el que deben estar. No quiero un museo en la ESMA sin antes saber si no están ahí los huesos de mi abuelo. No quiero otra placa recordatoria si antes no tenemos condenas. No queremos memoria solamente, primero queremos justicia. Hoy hace 27 años que esperamos. ¿Cuánto tiempo más falta?

Por María Eva Fuentes Walsh

Ese mismo día el presidente Kirchner dijo: “Las cosas hay que llamarlas por su nombre y acá, si ustedes me permiten, ya no como compañero y hermano de tantos compañeros y hermanos que compartimos aquel tiempo, sino como Presidente de la Nación Argentina vengo a pedir perdón de parte del Estado nacional por la vergüenza de haber callado durante 20 años de democracia por tantas atrocidades. Hablemos claro: no es rencor ni odio lo que nos guía, me guía la justicia y lucha contra la impunidad. Los que hicieron este hecho tenebroso y macabro de tantos campos de concentración, como fue la ESMA, tienen un solo nombre: son asesinos repudiados por el pueblo”

Mientras en silencio y llorando los familiares de desaparecidos, los sobrevivientes, los chicos nacidos en cautiverio recorrían la Esma, una de las sobrevivientes, Lilia Ferreyra, compañera y mujer de Rodolfo Walsh escribió: “El Presidente abrió las rejas de la Esma y, pasado el tumulto inicial, un río silencioso de padres, abuelos, hijos, jóvenes, hombres y mujeres trazó por primera vez un curso sinuoso entre los jardines y edificios de lo que fue uno de los principales centros clandestinos de detención de la Dictadura Militar. Por primera vez pisaban el cuidado césped y los caminos interiores por donde hace casi tres décadas sólo transitaban los Falcon y camionetas de los Grupos de Tareas de la Armada que volvían de algún operativo con la preciosa carga de tantos compañeros hoy desaparecidos. La multitud marchaba sin gritos ni festejos; caminaba sin prisa, en respetuoso silencio, mirando a un lado y al otro, imaginando quizás el día en que allí llevaron al hijo, al nieto, al padre, a la madre, al esposo, y los desaparecieron para siempre. Los ojos brillaban con lágrimas tranquilas, sintiendo quizás en lo profundo del corazón que la fuerza inclaudicable de la memoria colectiva había hecho posible ese día anticipado de luminosa justicia.

Hoy se cumplen 27 años de la desaparición de Rodolfo Walsh. Un grupo de tareas lo emboscó a las 2 de la tarde y dejó su cuerpo acribillado en una escalera del Casino de Oficiales de la Esma. Un sobreviviente reconoció el lugar durante la visita que hicieron los ex detenidos desaparecidos, acompañados por el presidente Kirchner y su esposa. Allí entraremos y allí nos detendremos. En mi memoria llevo su última imagen de vida; ahí me acercaré a la imagen de su muerte. En ese momento creeré que cada día de los que vendrán será un paso sin retrocesos hacia la verdad y la justicia”.

Rodolfo J. Walsh nació en 1927 en la localidad de Choele Choel, provincia de Río Negro. Fue escritor, periodista, traductor y asesor de colecciones. Su obra recorre especialmente el género policial, periodístico y testimonial, con celebradas obras como “Operación Masacre” y “Quién mató a Rosendo García” donde a la manera de una novela policial revisa los últimos años de la historia argentina, la caída del peronismo y los fusilamientos de enemigos políticos en los basurales de José León Suárez o la trama de serie negra que rodea el asesinato de un líder sindical.

En la literatura argentina Rodolfo Walsh es para muchos el paradigmático producto de una tensión resuelta: la establecida entre el intelectual y la política, la ficción y el compromiso revolucionario. El 25 de marzo de 1977 un pelotón especializado emboscó a Rodolfo Walsh en las calles de Buenos Aires con el objetivo de aprehenderlo vivo. Era militante revolucionario peronista, se resistió, hirió y fue herido a su vez de muerte. Su cuerpo nunca apareció. El día anterior había escrito lo que sería su última palabra pública: la “Carta Abierta a la Junta Militar”.

El inició esa carta póstuma con esta frase: “La censura de prensa, la persecución a intelectuales, el allanamiento de mi casa en el Tigre, el asesinato de amigos queridos y la pérdida de una hija que murió combatiéndolos, son algunos de los hechos que me obligan a esta forma de expresión clandestina después de haber opinado libremente como escritor y periodista durante casi treinta años.”

No sólo enumeró las lacras de la historia política argentina,en los últimos 50 años sino que denunció los desmanes y la violencia de esas tres juntas militares y el abismo económico en que sumieron al país las políticas económicas de las que fueron testaferros y de su ministro emblemático Martínez de Hoz

Cierra la larga carta con certeza profética: “Si una propaganda abrumadora, reflejo deforme de hechos malvados no pretendiera que esa Junta procura la paz, que el general Videla defiende los derechos humanos o que el almirante Massera ama la vida, aún cabría pedir a los señores Comandantes en Jefe de las 3 Armas que meditaran sobre el abismo al que conducen al país tras la ilusión de ganar una guerra que, aún si mataran al último guerrillero, no haría más que empezar bajo nuevas formas, porque las causas que hace más de veinte años mueven la resistencia del pueblo argentino no estarán dcsaparecidas sino agravadas por el recuerdo del estrago causado y la revelación de las atrocidades cometidas. Estas son las reflexiones que en el primer aniversario de su infausto gobierno he querido hacer llegar a los miembros de esa Junta, sin esperanza de ser escuchado, con la certeza de ser perseguido, pero fiel al compromiso que asumí hace mucho tiempo de dar testimonio en momentos difíciles.

Rodolfo Walsh. C.I. 2845022. Buenos Aires, 24 de marzo de 1977

Veintiocho años después, su obra sigue vigente y actual, los que sobreviven como diría su amigo, el poeta Juan Gelman, “no hemos parado de sufrir”, pero como los hijos, los nietos, las esposas, las madres, los que quedaron guardan en la memoria la estatura moral y los principios éticos de una generación diezmada. Como la compañera y la nieta de Rodolfo Walsh hay muchos argentinos, la mayoría, que busca no sólo la memoria sino la justicia y la reparación a un holocausto sin precedentes y como Juan Gelman se hace eco de ese poema que habla de un cielo sudamericano, donde se derrama el calor de los compañeros, de corazones anchos, “pensando en sus huesitos cuando llueve/pisan la sombra/parten la muerte/dan la vida/arden al final de la memoria/matando la derrota”.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas