Matar los entusiasmos

Matar los entusiasmos

Los países pobres y pequeños están destinados a pasar toda clase de sofocones. No solamente sufren problemas económicos y administrativos; también limitaciones educativas y de salubridad. Además, deben soportar abusos policiales y “dilaciones de la justicia”, como diría Shakespeare. En algunos casos, los “reenvíos” de nuestros tribunales acumulan demoras hasta de 40 años; el mismo tiempo que pasó Moisés en el desierto antes de morir frente a “la tierra prometida”. El crecimiento de la población, por obra de campañas sanitarias, vacunas y antibióticos, magnifica los problemas sociales de los países débiles. Las naciones pobres son casi siempre “candidatas” a dejar de ser naciones; las grandes potencias desean absorberlas, colonizarlas o explotarlas.

El consumo, en los países pobres, es llamado “de subsistencia”; sólo una porción muy pequeña de la población puede comprar mercancías de lujo, o simplemente, de buena calidad. Son “mercados de bajos precios”, dicen los expertos del comercio internacional. En cambio, lo más “atractivo” de nuestros países es la “mano de obra barata”. Somos “mercados laborales rentables”. En los países con alto desempleo todas las zonas francas son bienvenidas; es mejor un salario bajo que no tener ninguno. Los políticos saben muy bien que “ocupaciones y salarios” evitan motines. Por eso promueven facilidades para las inversiones extranjeras que puedan crear empleos duraderos.

Los partidos políticos tradicionales se han desacreditado en Hispanoamérica porque la conducta de sus líderes “deja mucho que desear”. No sólo se enriquecen rápidamente a costa del erario; hacen, además, retorcidas maniobras para escapar de posibles procesos penales. Lo que llaman ahora “crisis de liderazgo”, no es únicamente escasez de dirigentes capaces; es que la población no responde al reclamo de los políticos porque ellos se han encargado de “matar los entusiasmos” ideológicos de las masas.

No es que tal o cual líder “no tenga carisma” para asumir la dirección de este o aquel partido; es que cada día la gente está más escamada frente a los políticos. Les acusa de complicidad con mafiosos, de estar asociados a negocios ilícitos. El problema no está en quién tiene “la batuta”; es la orquesta que no quiere tocar la música que le proponen los “embatutados”. Han logrado matar el entusiasmo por los asuntos públicos.

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