Parece que nuestros cuerpos investigativos y de persecución del delito son muy buenos contando los muertos, pero deficientes detectando a los matadores. Resulta tan escalofriante como asombroso  que los organismos de perseguir el crimen nos reporten que apresaron de pura chepa a los sicarios  Joel Bautista Vásquez (Pilito) y Sergio Humberto Mota  (Vantroy),  implicados de manera directa  en 36 asesinatos y de  herir  a otras 15 personas.

Tenian   una  cantidad considerable de fichas  sin que se diera la alarma de una persecución más intencional que alertara sobre el peligro de   estos facinerosos. 

Ahora que lo pienso, no sé cuantas veces he estado cerca de  cortacabezas como estos, sin enterarme. No sé cuántos criminales andan paseándose como si nada.

Vivimos en uno de los países técnicamente mejor comunicados del planeta, pero   que funciona como una aldea familiar, un vecindario, donde todavía los hechos cotidianos corren de boca en boca y son capaces de estigmatizar personas por sus actos y conductas. Sin embargo, no se sabe si por complicidad o   indiferencia ciudadana   este país es un paraíso para delincuentes.

La policía apenas  tiene una página de Internet    poco promocionada  para alertar a la ciudadanía sobre sujetos peligrosos. Tenemos un cuerpo policial que se limita a los encuentros frontales con los delincuentes, por eso son tan frecuentes los desacreditados intercambios de disparos. Las fichas criminales son secretos que solo salen cuando los supuestos delincuentes caen abatidos por la policía, o cuando son apresados en medio de situaciones escandalosas o conocidas.La policía nuestra podrá tener muchos químicos, pruebas científicas y demás instrumentos sofisticados para perseguir e investigar el delito, pero sus relaciones con la sociedad se limitan a anunciar hechos consumados.  No tienen mecanismos ni vínculos que faciliten la detección de delincuentes, que como se ve, ejecutan crímenes en serie, y  por lo regular cuando son apresados se trata de una carambola.